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Amparo LASHERAS Periodista

Ella también tenía derechos

La muerte de un niño o de una niña convierte la vida en algo injusto. ¿Quién lo puede entender? Nadie. ¿Cómo se puede comprender la muerte cuando aún no se ha comenzado a vivir? A mí me resulta imposible. ¿Y si esa muerte sucede por culpa de las miserias de los adultos? Entonces, las palabras sobran porque sobran las razones, las justificaciones, las explicaciones y cualquier argumento o circunstancia que pretenda atenuar la indignidad de no haberla evitado.

En la muerte de la niña ahogada en Zarautz existen muchos interrogantes sin respuesta. Algunos conciernen al padre y a la madre (que no por ser mujer maltratada tiene patente de corso para eludir sus responsabilidades) y otros apuntan directamente a los servicios sociales de la Administración de Gipuzkoa, en concreto del Ayuntamiento de Zarautz, y, también, a los profesionales competentes que trabajan en dichos departamentos.

Si una sociedad quiere ponerse el calificativo de civilizada no basta con cuidar la playa y cobrar la OTA. Por encima de todo, tiene el deber y la responsabilidad de proteger la vida y el bienestar de su tesoro más preciado, la infancia. Y si olvidan sus obligaciones para con los derechos fundamentales, tendrán que responder por ello ante los estamentos judiciales, igual que los padres y en el grado penal que les corresponda. Ahora que tanto hablamos del derecho a la vida me pregunto cuántos y cuántas ciudadanas, políticos y profesionales cuidaron y respetaron el derecho de esa niña a vivir dignamente. Al parecer muy pocos o ninguno.

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