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«B aldeko kantuak» rompe esquemas

Pablo CABEZA

Cuando lo que se lleva en términos de solista -dejando de lado, obviamente, el aspecto comercial de la música-, es la canción triste, lánguida y sombría, terreno por el que Murugarren ha caminado en variadas ocasiones, el músico residente en Enkarterria, Bizkaia, comienza el disco con dos sorprendentes canciones dominadas por el rock y la new wave: «Hoteleko leihotik» y «B aldeko kantuak (A)», ambas muy radiofónicas. El Murugarren pausado, el previsible, pero no desde la acepción vulgar del término, aparece con «Bizitza garratza da (oraindik ere)» que, sin embargo, contiene una sucia guitarra eléctrica propia de un Neil Young. Vuelve a la singularidad (el inhabitual pop y rock) con «Gozo eta hits», canción muy visual, desenfadada, muy dada al videoclip y con claras trazas de ser un single si el formato aún tuviese vigencia.

El artista más continuista respecto a su inmediato pasado surge con «Esku hotz bat», canción desde la que recorre las calles destruidas de Nueva Orleans, los canales de Venecia o la tradición balcánica. Gran canción donde los vientos y el organillo agitan las sensaciones.

Vientos y teclas regresan a «Kantu xalo bat», otro momento que se inicia intimista y acaba explosivo. Corte que recoge, además, otra de las características de la producción del álbum: Murugarren por detrás de los instrumentos. No es una constante, pero parece que el vocalista ha preferido arroparse o ser un instrumento más en buena parte de las canciones.

Se puede ver a Lou Reed en «B aldeko kantuak (B)» y en «Irrati gauean», canción que se repite, al cierre del disco, pero esta vez interpretada por sus creadores, ¡Audience! Queda claro, finalmente, que «B aldeko kantuak» es otro concepto en la mente de Murugarren.

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