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Maite Ubiria Periodista

Golpeando en y con el corazón

El movimiento popular contra la reforma de las pensiones ha arrojado esta semana imágenes poco usuales en las provincias del norte vasco. Las acciones destinadas a golpear en el corazón de la actividad económica se han apropiado del paisaje de un país que a cada barricada rompe el cliché de esta Ipar Euskal Herria en la que nunca pasa nada lo suficientemente interesante a ojos de los vascos de otras latitudes.

El bloqueo de la principal vía terrestre que une a Euskal Herria con el corazón de Europa es un hecho que merece ser destacado por muchas razones. Evoquemos sólo algunas de ellas.

La acción es reflejo, en primer lugar, de la determinación de un amplio sector social por elevar el tono de la protesta y causar molestias añadidas a un Estado que se muestra ciego y sordo ante la sucesión de manifestaciones cívicas contra un proyecto de reforma que apuñala en el corazón al estado del bienestar.

La decisión de bloquear de forma puntual la actividad económica es un paso al frente, un movimiento audaz en este tablero de ajedrez que además -apunten el segundo argumento- se da con un inusitado respaldo de la ciudadanía.

Esa opinión pública a la que el Gobierno francés bombardea cada día con mensajes securitarios se muestra hoy refractaria a la doctrina del terror que ha sido el escudo más eficaz de Sarkozy. Hasta el punto de que nadie se desvela en exceso por los bloqueos selectivos, en clara demostración de la comprensión que genera una lucha que, en buena medida, desborda los planes de algunos sindicatos.

En las acciones que han llevado esta semana al bloqueo del puerto de Baiona, el centro de transporte de Mugerre y al desarrollo de dos operaciones filtro -por una vez no atribuíble a las policías- en el peaje de Biriatu han participado, lógicamente, miembros de las organizaciones de trabajadores más combativas, pero también un buen número de militantes contra la reforma que no se encuentran en el movimiento sindical.

Pero, puestos a encontrar diferencias en esta sacudida «a la griega» es preciso reseñar que la «batalla del no» en que se ha empeñado Sarkozy carece del sostén entusiasta de dos eslabones claves a la hora de aquilatar la posición del Estado. Sin la hiperactividad de las porras y el aplauso acrítico de los micrófonos el sarkozysmo es más débil.

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