Cercano y afable, el prestigioso artista Richard Serra (EEUU, 1939) no pudo pasar desapercibido ayer en su visita a la pinacoteca bilbaina -donde se exhibe, desde 2006, su obra La Materia del Tiempo- y, a pesar de su discreta vestimenta, su figura destacó gracias a los flashes de las cámaras y periodistas que lo acompañaron en su paseo entre láminas de acero, donde casi jugó al escondite con la prensa y la maraña de sorprendidos visitantes al museo que tropezaron, dentro de las obras, con el propio artista que las había creado.

En busca de lo desconocido

En su charla con la prensa, con traducción simultanea y acompañado de Juan Ignacio Vidarte, director del museo bilbaino, Serra reflexionó sobre la necesidad del artista de seguir creando y sobre cómo hacerlo, «problema al que se enfrentan todos los artistas», porque el creador «no quiere continuar con lo que ya ha conocido, sino que quiere hacer algo desconocido», completamente nuevo. Por ello, reconoció que, como artista, «siempre tiene una sensación de inseguridad o una paranoia porque cada día se plantea una interrogante sobre cómo va a ser la siguiente pieza que realice, o la evolución» que tome su obra. Serra, que enunció los graves problemas de salud que ha debido superar, dijo encontrarse «muy bien» –temía no poder volver a trabajar y quedarse en una silla de ruedas–

El escultor también aprovechó su visita al museo para presentar la exposición “Brancusi y Serra”, que se mostrará en el Guggenheim Bilbao en octubre de 2011,  en la que se revelarán las similitudes y diferencias de los enfoques de ambos artistas. Serra ha reconocido que desconoce cómo se articulará en la muestra «el diálogo» entre sus trabajos y los de Brancusi, a quien definió como «uno de los mejores artistas del siglo XX junto a Picasso y Giacometti».

El escultor estadounidense, quien declaró sentirse a gusto en el Estado español –como en familia– y para quien el galardón recientemente recibido no hubiera llegado si no tuviera la serie La Materia del Tiempo expuesta en Bilbo, confesó sentirse «encantado» de regresar a Bilbo por ser «uno de los sitios donde mi obra ha podido evolucionar de una manera con la que me identifico» y porque le «encanta» la serie que acoge el Guggenheim.

La Materia del Tiempo, compuesta de ocho piezas laberínticas y de grandes dimensiones, permiten al espectador, según el propio artista, «adentrarse en la obra, como si se tratara de una construcción arquitectónica», lo que consigue que cada persona tenga un experiencia diferente.

Además, cuestionado sobre ello, reconoció el componente sicológico de esta serie, en la que, al carecer de un eje vertical, se pierde la referencia, siendo posible sentir «ansiedad» o perder la sensación de «la temporalidad».