Nuevas detenciones de jóvenes independentistas, el espectáculo al que nos tienen acostumbrados con cada una de las detenciones, con esa altanería y prepotencia haciendo notar quién tiene el poder, mas no la razón; haciendo notar que más nos vale no intervenir porque nos sumamos a la lista inagotable de detenciones. Pero lo más grave es que los detenidos son jóvenes con sueños y proyectos, con dinamismo social, con inteligencia y solidaridad, y lo que menos encontrarán en todas esas pertenencias que sacan ostentosamente de sus domicilios serán armas o bombas, por más que insistan en que son jóvenes violentos o peligrosos, y aquí viene el meollo de la cuestión, puesto que lo más grave de todo es que todos ellos son detenidos e inmediatamente incomunicados, y esto sí que es una tortura en toda regla para ellos y para sus familias. Éste es el tema del cual me quiero ocupar ahora: la tortura -con mayúsculas-.

Los que hemos sido torturados sabemos a ciencia cierta que la tortura sí existe, que existen muchos métodos viejos y nuevos de tortura, que se perfeccionan las técnicas para no dejar huella, para defenderse ante posibles denuncias, y sabemos también que cuando se nos tortura podemos declararnos culpables de querer asesinar al Papa o a al rey. Porque no sólo hay que soportar la tortura hacia nuestra persona, sino que debemos soportar la tortura de nuestros amigos o compañeros de lucha, de nuestros padres o hijos, de nuestros hermanos, y esto sí que es una tortura inaguantable, es el momento en que si se nos pide declarar que hemos puesto una bomba, podemos decir que hemos puesto cinco más.

Los torturados sabemos a ciencia cierta que en España sí se tortura y por eso mismo nuestra preocupación está más que argumentada y documentada cada vez que nuestros jóvenes son detenidos e incomunicados. Por eso mismo queremos que de forma inmediata sean liberados y que de ser sometidos a juicios lo sean de la forma más clara y pública, sin caer en las tantas contradicciones a las que nos tienen acostumbrados. Y lo más importante es que no continuemos guardando silencio ante la tortura, que cuando escuchamos en los medios de comunicación acerca de torturas en África, Asia o cualquier otro país, seamos conscientes de que aquí también existe la tortura, en este país llamado del primer mundo, civilizado y «democrático».

No podemos seguir sordos y ciegos ante estas verdad y, por lo tanto, debemos sumarnos a todos los movimientos reivindicativos, debemos seguir denunciando este hecho tan cruel y tan real y debemos sobre todo seguir luchando por erradicar la tortura aquí y en cualquier rincón del mundo. Y este sábado tenemos la oportunidad de sumarnos a esta marcha en contra de la tortura, de apoyar la denuncia y de exigir juntos que nadie más sea sometido a ninguna clase de tortura, pedir la coherencia política de derechos y no violencia, porque nuestros jóvenes también deben tener ese derecho. No más tortura en el mundo en general.