GARA > Idatzia > Eguneko gaiak

Juicio por el «caso Portu-Sarasola»

Portu y Sarasola reviven las torturas ante el tribunal

Igor Portu y Mattin Sarasola describieron las torturas padecidas ante el juez Subijana, en una sesión tensa y con las bancadas copadas por agentes de paisano. Hubo incidentes a la entrada. En la vista declararon también dos testigos de la defensa y dos expertos de la Guardia Civil.

p002_f01_101x101.jpg

Aritz INTXUSTA | DONOSTIA

El juicio contra los 15 guardias civiles se reanudó ayer con el testimonio de Igor Portu y en un ambiente extremadamente tenso. Media hora antes de que abriera las puertas el tribunal (una hora antes del juicio), había ya policías de paisano suficientes para copar los 78 asientos libres de la sala.

La entrada se produjo a trompicones, entre codazos, tocamientos e insultos. Al final, la Audiencia se llenó con guardias civiles y sólo un puñado de familiares. Durante el juicio, los primeros se comportaron con soberbia: murmullos, risas, etc. El juez realizó advertencias y amenazó con expulsar a todos.

En su declaración, Igor Portu contó cómo lo llevaron entre insultos hasta un río «que cubriría hasta la rodilla», que allí fueron los golpes más fuertes y siempre mientras le preguntaban y le requerían información. «¿Quién te reclutó? ¿Quién más está en el talde?...». Maltrato e interrogatorio iban unidos.

En su testimonio, al igual que en el posterior de Sarasola, el infierno se desata ya desde el momento en que los montan en el coche policial, esposados con las manos a la espalda. «Me acuerdo del copiloto. Se volvía y me golpeaba sobre todo en la cara y en la cabeza con la mano y con el puño». Los «cachetes», los golpes, los insultos («Putari de mierda. Los jefes están muy bien en Francia, vosotros sois unos pringados») y las preguntas fueron constantes.

Ese primer viaje en coche duraría poco. Pararon en una pista forestal. Primero llegó Sarasola. «Al bajar me ponen una pipa en la sien. Me dicen que me van a matar, que me van a matar como a Zabalza», declaró ante el juez Iñaki Subijana el joven lesakarra. Sarasola no precisó con exactitud cuánto tiempo pudieron durar las torturas desde que abandonaran el camino y bajaran por una cuesta hasta una especie de pinar.

El testimonio de Sarasola coincide con el de su vecino: «Vi cómo le subían y me bajaron por el mismo sitio». A Portu le llevaron hasta un pequeño río. Según su testimonio, le sumergieron la cabeza en el agua entre tres o cuatro veces. «Me preguntaron si tenía buena apnea. Me cogieron por los tobillos, me levantaron las piernas y otro me hundía la cabeza», señaló Portu, que aseguró que cayó al suelo y recibió «patadas por todo el cuerpo».

Del monte se los llevaron a Intxaurrondo. «Bueno, eso es lo que dijeron. Yo no veía nada», apuntó Sarasola. En cualquier caso, las declaraciones sobre lo ocurrido en dependencias policiales también resulta coincidente en ambos relatos. Los dos dicen haber sido introducidos en un calabozo, haber pasado a manos de agentes de paisano y que les taparon la cabeza. Sarasola aseguró que lo cubrieron con una manta y que lo golpearon durante horas. «Se marchaban para luego volver y seguir dándome», afirmó.

A diferencia de Portu, Sarasola no se atrevió a relatar estos hechos al forense. Aseguró que le habían amenazado con ir a por su hermano, que era el dueño de la furgoneta con la que se había trasladado a Arrasate. Su denuncia por torturas no llegaría hasta que estuvo frente al juez de la Audiencia Nacional, cuando supo que no volvería «con los mismos agentes».

Los dos jóvenes de Lesaka fueron atendidos por el forense del Juzgado de Guardia de Donostia y ahí sus caminos se separaron. Portu acabaría en la UCI del hospital con tres costillas rotas. Su compañero sería traslado a Madrid. Sarasola detalló más episodios de tortura durante el viaje y en las dependencias policiales madrileñas.

El detalle con el que los dos jóvenes expusieron los maltratos empujó a los abogados defensores a buscar contradicciones. «Usted no mencionó en anteriores declaraciones que le habían agarrado por los testículos», inquirió Carlos Aguilar. «En una declaración salen muchas cosas interesantes, no todas. Eso ocurrió», zanjó Portu. Aguilar y José Antonio Choclán ejercieron la defensa con brillantez. El primero trató de hallar fisuras en el relato temporal, pero ni Portu ni Sarasola pudieron responder con exactitud. Choclán, por su parte, trató de probar que Portu conocía la ubicación del río anteriormente, pero el testigo aseguró que sabía de la localización del paquete con las pistolas a través de un croquis. Sarasola dijo no haber visto ni siquiera el croquis. Esperó a su compañero al pie de la carretera.

Presión para los testigos

Tras los testimonios de los dos militantes, llegó el turno de los testigos convocados por la acusación. La defensa tuvo que cargar con toda su artillería para tratar de desarmar la estrategia ideada por la abogada de Portu y Sarasola. En primer lugar, mediante el intimidatorio ambiente de la sala. Cada desliz de los testigos recibió un apoyo por parte de las decenas de agentes, incluidos altos mandos, que dominaron la sala de audiencias desde el primer día. «Han traído al más tonto», se susurraban unos a otros, mientras exponía su testimonio el único testigo presencial de la detención, Isidro Ropero, cuyo nerviosismo aumentaba a ojos vista.

Choclán y Aguilar se mostraron con él implacables, amenazadores. Retorcían las preguntas para tratar de confundirlo y Ropero lo acusó. Sin embargo, permaneció firme a su testimonio inicial. Los abogados de la defensa le presionaron para que confesara que sabía de lo del paquete envuelto en celofán, lo leyó en GARA. Pero él no llegó a desdecirse. A través de este periódico, Ropero supo que el paquete contenía unas pistolas. Él, en un primer momento, pensó que se trataba de hachís. Pese a todo, su testimonio incurrió en algunas contradicciones, que Aguilar y Choclán aprovecharon para presionar al presidente de la Audiencia Provincial, instándole públicamente para que iniciara un procedimiento contra él por falso testimonio a fin de desacreditar por completo al único testigo visual de la detención de los de Lesaka.

El intenso ambiente de la sala también caló en Pakita Etxegoien. Esta ATS atendió a Portu en el hospital. Al recoger la ropa del detenido, encontró sus calcetines extremadamente húmeos, lo que le llamó poderosamente la atención. Preguntó, entonces, a Portu el motivo por el cuál estaban tan mojados. Él contestó: «Errekan sartu naute». «¿Por que dirigió a él en euskara?», preguntaron los defensores. «Es mi lengua», respondió Etxegoien. Los agentes de entre el público rieron, lo que aumentó la indignación del juez. La defensa insinuó que su declaración estaba pactada.

Un informe como anillo al dedo

La vista de ayer se completó con el testimonio de dos expertos del Servicio de Información de la Guardia Civil que elaboraron en 2010 un informe sobre la estrategia de ETA para «denunciar torturas falsas». La tesis defendida por los dos agentes era tan maximalista que el fiscal jefe de Gipuzkoa, Jaime Goyena, cargó contra ellos. «Si tan conocida es esta estrategia de ETA, ¿no sería lógico que se les hubiera incomunicado desde el primer momento?», expuso sobre la mesa Goyena. Los agentes hubieron de reconocer que sí.

El informe no pasó el escrutinio de la abogada de Portu y Sarasola. Los dos expertos reconocieron que sabían que había procedimientos abiertos contra compañeros suyos cuando realizaron su dossier y que éste podría servir para exculparles. Hacen referencia incluso a este caso. El informe se sustenta en manuales «para denunciar siempre». «¿Pone en el manual que se encontró en casa de Mikel San Sebastián que se denuncie en España y no en Francia?» interrogó Amaia Izko. Dijeron no saberlo. En realidad, esos documentos en concreto sostienen que hay que colocar a todas las policías «en el mismo» saco, sean francesas, españolas o vascas. La pregunta dolió. Replicaron desafiantes: «Parte de la documentación se la hemos encontrado a compañeros suyos que ahora están en la cárcel». Los agentes del público estallaron en carcajadas, pero parece que no gustó nada al juez.

Denuncia ante el juzgado por el comportamiento de los agentes

Los asientos destinados al público en la sala de vistas los ocuparon los agentes de paisano desplazados expresamente a la Audiencia, que previamente trataron de impedir el acceso a los familiares, bloqueando la puerta. Se produjeron codazos y empujones. Una mujer de Bera, de 73 años, acabó en el suelo. Etxerat denunció en un comunicado que se habían producido «golpes, insultos y tocamientos sexuales». Además, aseguraron que no todos los guardias pasaron por el detector y que algunos de ellos se encontraban armados. La mujer que cayó al suelo y compañeras suyas remitieron una queja por escrito al juzgado y acusaron «de pasividad» a los ertzainas que se encontraban en el edificio. Por otra parte, Etxerat informó que no se permitió a los familiares de Portu y Sarasola comunicarse con ellos. A.I.

Imprimatu 
Gehitu artikuloa: Delicious Zabaldu
Igo