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Iker Bizkarguenaga Periodista

Si hay que hacer memoria, se hace

Ibarretxe ha vuelto a la actualidad política a raíz de la lectura de su tesis doctoral y de la publicación de sus memorias. Ha regresado después del «exilio» que se autoimpuso tras las últimas elecciones.

Uno tiene la impresión de que el lehendakari ha sido muy afortunado al tener como sucesor a Patxi López. La más que escasa talla política e intelectual del líder nominal del PSE está consiguiendo que la sombra del de Laudio se haga más alargada a medida que avanza la legislatura, y que, seguramente, muchos lo añoren aun sin ser del PNV.

Sin embargo, cuando pienso en Ibarretxe, no puedo evitar que me venga a la mente aquella oscura mañana de marzo de 2004, cuando su rabioso «son alimañas», lanzado en una declaración institucional, dio cobertura a un Gobierno, el del PP, que afilaba todas sus lanzas contra el independentismo vasco.

Tampoco puedo olvidar que el lehendakari citó a la sociedad vasca a una consulta popular, y que dio su palabra de que el día D estaría en su colegio electoral, papeleta en mano. No hace falta recordar que aquel órdago acabó con un puñado de militantes jeltzales bailando con unas cartulinas. Como es igualmente cierto que después del portazo en Madrid a su plan de reforma estatutaria, y tras haber anunciado que si eso sucedía daría «la palabra al pueblo», lo que hizo fue convocar elecciones, pensando además que no habría listas de la izquierda abertzale.

Ahí están también las cargas de la Policía a sus órdenes el 11 de setiembre de 2002 en Bilbo, la tarde de los manguerazos, o en 2006 en Gasteiz, contra las víctimas del 3 de Marzo. Porque la Ertzaintza también era mala antes de la llegada de Ares.

Seguramente Ibarretxe fue mejor lehendakari que su inmediato antecesor y que su tramposo sucesor, pero es también el único mandatario que ha recibido el aval de 600.000 vascos y vascas, que le votaron para que cambiara las cosas. Un enorme capital político que un verdadero líder habría utilizado para darle un vuelco a este país. El hecho de que ocho años después López lograra sucederle en Ajuria-Enea es el mejor indicador de que ni fue lo primero, ni logró lo segundo.

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