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Eszenak

Una historia de violencia y redención

Josu MONTERO Escritor y crítico

Entonces pensó que, por mucho que la vida sea incomprensible, probablemente la atravesamos con el único deseo de regresar al infierno que nos creó, y de habitar en el mismo junto a quien, en una ocasión, nos salvó. Sólo comprendía que nada es más fuerte que ese instinto de volver donde nos desgarraron. Y de seguir repitiendo ese instante años y años. En un largo infierno idéntico a aquél del que venimos. Pero, de pronto, clemente. Y sin sangre».

Anochece en una vieja granja perdida en el campo en la que vive Manuel Roca con su hijo y con su hija. El hombre escucha el motor de un viejo Mercedes que se acerca, y con certeza sabe a qué vienen. En el coche, Salinas, el Gurre y el joven Tito. Una guerra acaba de terminar y los ahora vencedores vienen a vengarse, porque «cuándo se termina una guerra lo decide el que la gana». Vienen a matar al asesino de los suyos, al médico torturador que «hizo lo que le mandaban». Después de ocultar a sus pequeños, Roca se defiende a tiros pero, finalmente, le atrapan. Salinas le vomita el horror que lleva dentro, le habla de su propio hermano, al que tuvo que descerrajar un tiro -¡el único al que ha matado en esa guerra!- para que no siguiera sufriendo después de pasar por las manos de Roca. Le matan despacio. Y matan también al hijo, esta vez a su pesar, porque el pequeño sale a defender a su padre con una escopeta. Antes una escena terrible: Salinas intenta explicar al niño qué clase de monstruo es su padre. Nina, la hija, está escondida en un sótano; Tito la encuentra, pero de repente decide que no, que ya es hora de irse. Se van, pero antes de arrancar, el Gurre vuelve y quema la casa. «Qué demonios hemos hecho», repite una y otra vez Tito con su voz de niño.

Víctimas de una guerra infinita. La pesadilla de la violencia, el odio y la venganza que Nina, ya mujer, quebrará en el sorprendente segundo tiempo -cincuenta años después- de esta tragedia con aspecto de western o de thriller político.

El autor de esta breve novela que es «Sin sangre», el italiano Alessandro Baricco, ha afirmado que en ella no habla de ningún país concreto. Puede ser cualquier país, cualquier guerra, pasada o presente, o futura. La compañía chilena Teatrocinema fusiona teatro y cine en esta versión de la novela que hoy presenta en el Principal Antzokia dentro del Festival Internacional de Teatro de Gasteiz. En esa segunda parte, Nina se enfrenta con un ya viejo Tito en un diálogo estremecedor sobre la dolorosa quemadura que en la piel de los seres humanos deja la violencia, sobre el vínculo extraño que une a verdugo y víctima, sobre la necesidad de quebrar esa eterna espiral de espejos. Nina busca dar sentido al dolor sin que sea necesario seguir derramando sangre.

Al final de esa trilogía de Esquilo que es «La Orestiada», se produce un momento que muchos han señalado como decisivo en la tragedia griega. De acuerdo con la ley no escrita pero férrea de la tradición, Orestes debía pagar con su sangre el haber sido el asesino de su madre Clitemnestra, que a su vez había matado a Agamenón, que a su vez... Sangre sobre odio y viceversa en una cadena infinita. Y, sin embargo, sorprendentemente, Esquilo decide salvar a Orestes, rompiendo así la cadena de sangre. Las leyes y no la venganza; la redención y no la condena. Las diosas de la venganza, las Erinias, se transforman en las benévolas Euménides, protectoras de una ciudad fundamentada en la ley cívica. Pero es hoy en estas ciudades donde estallan todo tipo de guerras.

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