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Raimundo Fitero

No agobien

La manera de informar en televisión se rige por unos parámetros que cambian, unas veces para bien, especialmente en lo tecnológico y otras para mal, especialmente para lo ético. Y como casi nada es nuevo, ni viejo, sino eterno, en el sentido de que varían muy poco sus formas, que en ocasiones formalizan sus contenidos o los petrifican o hipertrofian, pero sí se pierde la orientación deontológica basada en la objetividad y el respeto a la intimidad de las personas.

Un fallecimiento se cruza en nuestra diatriba. Ha muerto Luis Mariñas (en RNE se confundió con Jesús), uno de esos periodistas de larga trayectoria televisiva, formado precisamente en el ente RTVE, que tuvo la oportunidad de abrir los primeros informativos de una televisión privada, en Tele 5 y plantear otra manera de mostrar las noticias cotidianas. Eran unos noticiarios muy opinados, con cinco o seis periodistas convertidos en tertulianos de nivel bajo aportando algo más que la información sin más, pero buscando, principalmente, otro formato, otro ritmo. Se trata de un periodista que había desaparecido de los primeros planos televisivos, pero muy recordado por que entre otros de sus logros históricos entrevistó a Sadam Husseim. Ha muerto repentinamente. Se le está tratando bien en todos los medios.

Lo que nos rechinó bastante fue un reportaje muy poco apropiado en «Euskadi en directo», con una reportera agobiando a los familiares, amigos y vecinos de un ciudadano de Bilbao de setenta y pocos años desaparecido desde nochebuena. Demasiado morbo, demasiadas preguntas con inducción a la tragedia, como si esperase las palabras de avance de un desenlace fatal. No se puede andar con un micrófono metiéndolo en bares, farmacias, puertas de mercados buscando minutos de televisión dolorosa. Por momentos recordaba a aquellos tiempos de las niñas de Alcasser, un desenfado de estilo que debería apartarse definitivamente, y más en una televisión pública. El respeto al dolor de las personas en estas situaciones debería estar por encima de cualquier directo. Si la joven periodista no lo sabe, sus directores y superiores deberían advertirle de que el amarillismo siempre es malo.

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