Tan pronto arrancó la primera jornada del año que a más de uno le faltó tiempo para recuperarse de los excesos. A Rubinos Pérez, por ejemplo, que debió prolongar el cotillón, con especial afección para su vista. La pena es que su resaca la sufrió el Athletic, pese a haber llegado a la cita fresco como una lechuga.

Habrá quien piense, recordando lo sucedido en la jornada anterior, en una suerte de justicia cósmica. Pero que los rojiblancos ganasen en el Ciudad de Valencia con poco menos que lo justo no hacía al Deportivo acreedor a la victoria en San Mamés. No lo fue. Le bastó con aprovechar la mala actuación arbitral y un despiste defensivo para llevarse tres puntos que nueve de cada diez expertos habrían dejado en manos del Athletic. Porque los bilbainos lo hicieron prácticamente todo bien: saltaron enchufados, dejando en evidencia a todos los que hablaban, hablábamos, de la imposibilidad de obviar la cita copera; recuperaron una versión que, pese a los resultados, se había echado de menos en las últimas jornadas; acumularon ocasiones, se rehicieron tras los golpes... Y acabaron viendo cómo se les escapaba la posibilidad de sumar, por primera vez esta temporada, una tercera victoria consecutiva, que les habría asentado definitivamente entre los más claros candidatos a la pelea europea. Sólo algún despiste defensivo y la falta de acierto que dejó sin premio un buen número de ocasiones claras se puede colocar en el debe de un equipo que vio cómo le volaban los puntos ante un rival que se plantó con la única idea de apretar los dientes.

Y que ni siquiera eso hizo bien, en realidad, porque había que ver cómo se colaban los atacantes locales en la nutrida defensa del Deportivo. Al menos durante los veinte primeros minutos, en los que el Athletic acumuló no menos de cinco ocasiones claras. Vamos, hasta que el árbitro decidió reclamar su cuota de protagonismo de la peor manera. Lo hizo al interpretar que Ustaritz derribaba a Adrián para robarle el balón en el área, cuando era el propio ariete deportivista el que lo había perdido. Pero Rubinos no tuvo dudas, Ustaritz se llevó la amarilla e Iraizoz el gol de penalti, transformado por el propio Adrián. Con el equipo intentando recuperarse, llegó el segundo soplamocos, con idéntico protagonista. Esta vez fue Mikel San José la víctima de la miopía arbitral. El central apenas rozó a Adrián, pero la caída de éste convenció a Rubinos y el navarro se fue a la caseta con roja directa.

Sólo quedaban diez minutos para el descanso, pero hubo tiempo para que el Athletic acumulase otro par de ocasiones clarísimas y la expulsión de Juan Rodríguez equilibrara mínimamente las cosas. Que, de todos modos, siguieron descompensadas en la reanudación porque el Athletic seguía siendo el único equipo con la intención de plantear algo diferente al cerrojazo, ahora más comprensible en el caso de su rival.

Pero el cansancio empezó a hacer mella, el acierto seguía sin acompañar, Dani Aranzubia volvía a salirse frente a su exequipo y los ánimos flaqueaban. Adrián -controlando esta vez un balón largo para batir a Iraizoz- y, de nuevo, Rubinos, tragándose ahora una mano de Colotto dentro del área, consiguieron que el encuentro se viera definitivamente sentenciado.

Mucho decir cuando se trata del Athletic, empeñado en hacer una de las suyas. Sólo faltaron un par de minutos y un colegiado mejor. A cuatro minutos del final, Llorente cabeceó el 1-2 y San Mamés y su equipo enloquecieron, propiciando unos últimos minutos de infarto. Que incluyeron un par de corners, un gran remate de Iraizoz -sí, Iraizoz-, la expulsión de Ustaritz, también discutible, y la mano de Manuel Pablo. Ésta indiscutible..., para todos menos para Rubinos, al que no debía convencerle el empate que, de todos modos, también se habría quedado corto para los méritos del Athletic.