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Francisco Larrauri Psicólogo

Lo semejante disuelve lo semejante

Y como el «todo» va a ser cada día más amplio, y de difícil deslindamiento, más pronto que tarde se darán cuenta de que la esperanza de obtener una disolución ideológica se convierte en misión imposible

Cuando se han propuesto alternativas y vías políticas para la resolución de un conflicto político vasco-español, al hilo de la dialéctica en que nada es uniforme ni universalmente permanente, tengo el sentimiento, con elementos representativos, de que análisis interesados quieren ver en la causa de la propuesta, el instante favorable de victoria final y permanente sobre el ideario político y social que ha caracterizado este conflicto.

Los políticos que avanzan que cumplir la ley no basta en estos momentos y piden un plus de exigencia para la izquierda abertzale tendrían que ser más justos y, después de la sentencia judicial que ha reconocido la tortura practicada a Igor Portu y Mattin Sarasola, autoexigirse también el plus que reclaman a los otros.

Estamos instalados, hace meses, en el día después, y como sucedió también con la crisis económica, el negar el hecho no impide que el acontecimiento sacuda a los gobernantes cogiéndolos a traspiés, de una forma clara y visible para todos. Consecuentemente, si se quieren desarrollar las bases de un consenso más o menos amplio para asumir ya sea, la crisis económica o la paz y la democracia en Euskal Herria, las garantías implícitas y explícitas de éxito, reclaman en primer lugar no negar la evidencia que vive toda la sociedad vasca y no caer en la tentación de sólo exigir unilateralmente a una parte.

En consonancia con la estrategia y el americanismo del general Paton de invadir Moscú al final de la segunda guerra mundial, se escuchan voces que piden el <<oro y el moro>>, o sea un trato especial discriminatorio, en negativo, que abarca no sólo los aspectos fungibles, sino también los sentimientos políticos inherentes a la identidad social vasca.

Y en este final, proceso terapéutico por excelencia, las ideas, y los aspectos ideológicos, como las moléculas, tampoco pueden desaparecer, ni ser ilegales ni ilegalizados. Estamos en unos momentos de un gran trabajo ideológico, como cualquier joven sabe, porque se trata de construir una estrategia democrática que aglutine el mayor número de gente para oponerse a los que desean defender la unidad que Franco y los militares facciosos lograron con la fuerza del asesinato masivo. En el debate ideológico por el que la izquierda abertzale ha apostado, los unionistas no se cansarán de pregonar que «nada ha cambiado», con el mismo lenguaje y la prosodia rabiosa con que pregonaron que «todo es ETA». Y como el «todo» cada día va a ser más amplio y de difícil deslindamiento, más pronto que tarde se darán cuenta de que la esperanza de obtener una disolución ideológica se convierte en una misión imposible, si el Estado español no sale del rebufo del imperio español, porque el debate ideológico, como la crisis económica, está ahí, contra su voluntad.

Analizado con estos parámetros, el momento actual se convierte en un momento ideológico interesante, porque otra generación muy bien preparada ya asumió las complicidades, las ideas, los valores y los sentimientos. Así, lo aconsejable sería despejar todos los productos inconscientes de la imaginación y reforzar los aspectos más conscientes y más saludables de la razón para construir o manejar una nueva historia que avanza, aunque ciertos gobernantes se nieguen a verla o aparenten no verla.

Euskal Herria tiene por delante el combate de la libertad en el sentido social y político y, para el gobierno español y sus socios en Lakua, la propuesta de amnistía y autodeterminación es otra ofensiva decidida y equipada que les produce pavor y que puede llegar a la sociedad vasca con Europa como testigo. Y aquí está el quid para entender la negación a valorar las ideas y a mirar la calle que todavía originan estos momentos políticos.

Por esto, el plus de exigencia democrática que reclamaremos mañana, 8 de enero, en Bilbo para los partidos constitucionalistas, será retransmitido en color, y de forma ordenada consistirá en que los capítulos de presidio, guardias y tratamiento que apuestan por la lógica de la venganza cumplan con su ley vigente.

En definitiva, el proyecto de Euskal Herria no es una equivocación, es hoy más vigente que ayer, todo es verosímil y plausible pese a quien pese, porque la paz y la libertad para conseguir la independencia también se construyen como otras alternativas legítimas de gobierno.

Como explica el viejo aforismo: «lo semejante disuelve a lo semejante», por esto nadie espere mañana una extraña desaparición de un sentimiento o la disolución de una esperanza.

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