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Cristina Maristany Escritora

«Egin Dezagun Urratsa». Con vosotros

En estas cárceles el objetivo principal es la destrucción física y mental de los prisioneros, pero imagino el asombro de nuestros gobernantes inventores de la política represiva de la dispersión al comprobar la futilidad de todas esas mentiras

Con el lema «Egin Dezagun Urratsa» se celebrará este maravilloso sábado 8 de enero la inmensa manifestación que va a superar a todas las multitudinarias ya celebradas en Euskal Herria. Va a ser el aldabonazo que desde Bilbo llegará a todas las presas y presos políticos vascos que se encuentran en las distintas y lejanísimas prisiones del Estado español. Yo hoy, aunque no físicamente, me encontraré junto a vosotros: os mando un enorme abrazo solidario.

Al recordarlo, el pasado resulta incomprensible. «Desde hace diez años todos los fines de semana salen autocares de Bilbo y Donostia con rumbo a diferentes ciudades del Estado español. En ellos van los familiares de los presos políticos vascos diseminados en varias cárceles de alta seguridad. Después, el triste retorno por esas siempre iguales carreteras en las que los kilómetros parecen dilatarse. Así semana a semana, durante largos años, con la esperanza y la rabia al mismo tiempo...». Así empezaba un artículo que se titulaba «Presos». Lo escribí en «Egin» el 17 de marzo de 1988. Esta situación lleva ya más de treinta y tres años produciéndose, y todo continúa exactamente igual. En aquel entonces era 500 los presos de ETA, hoy son 735. Se multiplican las prisiones y el dolor de ellos y el de sus familiares, varios de éstos fallecidos en trágicos accidentes de carretera ocurridos en esos eternos viajes por toda la geografía del Estado sin ni siquiera tener la certeza de poder verles a través del cristal, pues no siempre se les permite.

En estas cárceles el objetivo principal es la destrucción física y mental de los prisioneros, pero imagino el asombro de nuestros gobernantes inventores de la política represiva de la dispersión al comprobar la futilidad de todas esas mentiras. Ha sido un «invento made in Spain» que no ha funcionado.

Tampoco podía imaginar cuando participé en la X marcha a la prisión de Herrera de la Mancha en noviembre de 1991, que veinte años después no se hubiera solucionado y llegado, al fin, la paz. La dispersión de los presos políticos vascos es un hecho de enorme gravedad que vulnera todos los derechos humanos y es difícil comprender que quien permita y aliente esas prácticas sea un país que presume de ser democrático.

Hay un artículo espléndido de Joxemari Olarra, preso político vasco, que me ha emocionado. Dice: «Amalur es la madre tierra de los vascos, de la que todo emana y a la que todo regresa. Amalur sois también todas las madres, padres, hermanos, compañeros y compañeras de los prisioneros, de los heridos, de los refugiados, exiliados. Vosotros sois víctimas olvidadas, aquellas sobre las que los estados español y francés echan cal viva para enterrar y no ver. Sois las víctimas silenciadas».

El preso político más antiguo de Europa, Joxe Mari Sagardui Moja, Gatza, lleva treinta años en prisión. Ha estado en más de 14 cárceles. Tenía que haber salido ya hace mucho tiempo. El coraje de sus padres, Begoña Moja y Santos Sagardui es impresionante. Dicen que cuando, por fin, el 13 de abril salga a la calle, se sentirán muy felices, pero que seguirán con el mismo paso aunque vuelva Gatza, hasta que salga el último preso.

Son momentos muy importantes los que se están viviendo. Tras tanta desgarradura fluyen las ideas sólidamente ideológicas, capaces de llevar a Euskal Herria a donde hace ya mucho tiempo debería haber llegado: a ejercer su legítimo derecho a la autodeterminación. A todos los presos vascos, siempre en mi memoria.

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