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Alejandro Nadal Doctor en Economía

Obama mantiene incentivos a la especulación

Un estudio de Michael Hudson, revela que en 2010 el tiempo promedio en que las acciones y títulos financieros permanecieron en posesión de su comprador en Estados Unidos fue de 22 segundos

Concluyó el año, pero no la crisis. En Estados Unidos y la mayor parte de Europa el desempleo permanece alto y no hay buenas perspectivas para superar el estancamiento. Pero es en Estados Unidos donde las cosas se están poniendo cada día más feas.

La administración Obama no sólo no parece estar dispuesta a hacer realidad su promesa de cambio. Más bien ha profundizado su compromiso con las prioridades del régimen heredado. Así contribuye a mantener a la sociedad estadunidense en su trayectoria de deterioro terminal. Y uno de los rasgos de ese proceso es el de la desigualdad, que aumenta todos los días en Estados Unidos y terminará por socavar lo que queda de democracia en ese país.

Muchos piensan que la desigualdad es el resultado de fuerzas económicas, del cambio tecnológico y de transformaciones estructurales en Estados Unidos. La realidad es que a partir de los años setenta se aprobaron muchas políticas que contribuyeron a la brutal concentración del ingreso que hoy marca a la sociedad estadunidense.

El régimen impositivo heredado por Obama fue una pieza clave en el deterioro de la distribución del ingreso. En lugar de cambiarlo, la Casa Blanca ofrece continuidad. El 17 de diciembre Obama llegó a un acuerdo con los republi- canos en materia de política fiscal, prolongando los recortes de impuestos que Bush había aprobado años atrás.

Podría parecer que reducir impuestos es lo que hay que hacer en una recesión. Pues, sí, pero no cualquier recorte de impuesto. De la misma manera que no cualquier incremento en el gasto público es bueno. ¿Por qué estos recortes de impuestos son absur- dos? Pues porque no están relacionados con la inversión, el crecimiento y el empleo. Están más vinculados con la especulación que con otra cosa.

En Estados Unidos la evolución de la tasa marginal superior del impuesto sobre la renta (ISR) ha sido al revés de lo que aconseja el principio de progresividad en materia fiscal. En 1913, cuando se consolidó la legislación del impuesto sobre la renta, el gravamen alcanzó el 6 por ciento para los ingresos superiores al medio millón de dólares. Pero con la Primera Guerra Mundial, en 1918 la tasa marginal superior ascendió a 77 por ciento para los ingresos superiores al millón de dólares.

En los años veinte el ISR bajó hasta alcanzar 24 por ciento en 1929, justo antes de la Gran Depresión. En la década de los arrebatados veintes la especulación se mantuvo desbordada.

En los años treinta aumentó el ISR a 63 por ciento y al finalizar la Segunda Guerra Mundial su nivel era de 94 por ciento para ingresos superiores a los 200 mil dólares. Así se mantuvo el impuesto sobre la renta durante la época dorada del capitalismo estadunidense. Durante esos años la inversión privada, el crecimiento, la productividad, los salarios y el empleo mantuvieron un desempeño envidiable.

Durante los años sesenta la tasa marginal superior del ISR se coloca en 70 por ciento y para 1982 llega a 50. Reagan la recorta a 28 por ciento en 1988. Para 2000 el ISR aumenta a 39 por ciento y en 2003 se redujo a 35.

Esta historia revela que cuando hay mejor desempeño económico, los impuestos son elevados. En cambio, en el periodo con menor ISR se observa menor crecimiento, deterioro en la calidad del empleo y mayor concentración de riqueza. El reducido ISR también coincide con procesos de mayor especulación. Hoy eso es claro. Un estudio de Michael Hudson, ex funcionario del Chase Manhattan y hoy economista de la Universidad de Missouri, revela que en 2010 el tiempo promedio en que las acciones y títulos financieros permanecieron en posesión de su comprador en Estados Unidos fue de 22 segundos. En el mercado de divisas, la posesión de las inversiones en divisas es de unos 30 segundos. Estos datos se refieren a transacciones en el Mercantile Exchange de Chicago y en la Cámara de Compensación en Nueva York. Este híper corto plazo está vinculado a la especulación y es la reducida presión fiscal lo que ha permitido el desvío de recursos hacia estas actividades.

La otra cara de esta medalla está en el régimen fiscal a las ganancias del capital. Los gravámenes sobre ganancias derivadas de la propiedad de acciones, títulos y activos financieros en general es parecido al del ISR. La ley distingue entre títulos de corto y largo plazos, pero el gravamen se determina no a partir del precio de compra, sino del «costo base», que se calcula descontando el pago de los costos de corretaje y otros pagos. Todo eso hace que el gravamen se reduzca de manera significativa.

Obama ha perdido todas las oportunidades para hacer realidad su promesa de cambio. En materia fiscal, a mediados de 2009 pudo haber introducido una reforma fiscal que permitiera un mayor estímulo para salir de la crisis y un impulso a la redistribución del ingreso. En su lugar, el equipo del entonces recién llegado a la Casa Blanca prefirió la continuidad de un largo proceso de concentración de la riqueza. Hoy los más ricos, los que estuvieron en el epicentro de la crisis, se han enriquecido todavía más.

© La Jornada

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