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Cuarta derrota consecutiva en lo que empieza a tener aspecto de «déjà vu»

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A. G.

No hace falta ser alarmista, pero lo del Lagun Aro GBC empieza a parecer un déjà vu. Si hace ahora un año los de Pablo Laso rozaban el participar en la Copa y después se llevaban un varapalo de siete derrotas seguidas, 365 días más tarde la historia empieza a repetirse. El cuadro donostiarra sufrió en Zaragoza una derrota más que dolorosa ante el CAI. El 88-72 final fue un castigo excesivo a lo visto durante los 40 minutos, pero en los últimos compases los guipuzcoanos relajaron en exceso la defensa y, de esta guisa, los de José Luis Abós no tuvieron piedad a la hora de certificar su séptima victoria. Por cierto, que donostiarras y aragoneses están ahora empatados a triunfos

Las dos últimas derrotas en casa habían torcido sobremanera las opciones coperas de los de Laso y el arranque del partido tampoco es que vaticinara nada mejor. De la mano de Carlos Cabezas, los maños se adelantaban por 10-3. Ciertamente, la labor de contención de Gipuzkoa Basket dejó bastante que desear, porque cuando no fue Cabezas aparecía Quinteros y cuando no, un Pablo Aguilar que por momentos sacó los colores a unos Doblas y Miralles en algo parecido a la depresión.

Las únicas buenas noticias de parte visitante llegaban a la hora de atacar. Por una parte, Jimmy Baron olvidaba su mal día en el derbi del pasado domingo y volvía por sus fueros, tanto en lo que se refiere a los triples y a las asistencias. Eso sí, una vez más sólo cobró una falta. Algo curioso en un jugador que absorbe tantas posesiones y que requiere de marcajes específicos tan férreos. Por otro lado, Alfonso Sánchez se olvidó su imagen de simple bregador y sacó a relucir una faceta más valiente en ataque, bien fuera en el tiro como en las penetraciones. El jienense acabaría con 14 tantos, segundo máximo anotador de su equipo, sólo superado por los 20 tantos de Baron. No obstante, el esfuerzo de estos dos no bastaba para evitar que el CAI se fuera en el descanso con 11 puntos de renta: 46-35.

Morir en la orilla

Nada estaba perdido, y con esa mentalidad volverían del receso los hombres de Pablo Laso. Poco a poco, los interiores empezarían a aportar, igual que Panko y los bases, sobre todo Salgado. Incluso la defensa parecía haber mejorado, limando la diferencia hasta situarse a únicamente tres tantos: 54-51.

Pero el CAI Zaragoza cuenta con una leal hinchada y con recursos para salir de apuros. Cabezas y Darren Phillip aparecían para meter canastas que mantuvieran una distancia prudencial, y cuando la intensidad defensiva donostiarra decayó, el partido se quebró sin remedio.

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