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CRÓNICA | CONFERENCIA EN BAIONA

La sexualidad en la cárcel, un tabú en el sistema penitenciario francés

La sala de la mediateca de Baiona, donde el Observatorio Inter- nacional de Prisiones (OIP) ofreció la charla sobre la sexualidad en las cárceles del Estado francés el jueves, tuvo un lleno insólito, seguramente por lo inusual del tema. El propio autor de la investigación llevada a cabo durante tres años, el sociólogo Arnaud Gaillard, se mostraba sorprendido por la nutrida asistencia, que confesó no haber encontrado en otros lugares.

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Arantxa MANTEROLA

Y es que, como bien lo subrayó el ponente, en «esta nuestra República tan desarrollada» existe una especie de manto de silencio sobre la cuestión de la sexualidad en el espacio carcelario, una afirmación que, por su obviedad, no extrañó a los oyentes de todas las edades entre los que se percibía un palpable conocimiento del asunto. Además, el propio Gaillard, que ha recogido su estudio en un libro (Sexualité et Prisons), declaraba la escasa bibliografía existente al respecto.

El propio texto reglamentario, que no prohíbe expresamente las relaciones sexuales en la cárcel sino que refugiándose en la fórmula de «no imponer a la vista de un tercero escenas obscenas o susceptibles de herir su pundonor» las veta de facto, es la mejor muestra de la hipocresía que rodea el tema.

Sin embargo los hechos revelan la dimensión «inhumana y punitiva» de ese estado de cosas, «incomprensible» a principios del tercer milenio en un país que se jacta de respetar los derechos de sus ciudadanos.

Pena añadida

Para Gaillard está claro que se trata de otra pena añadida y solapada a la privación de libertad, una herramienta más del sistema para «hacer perder la condición humana» a las personas encarceladas. «Ahora no se utilizan tanto las coacciones físicas sino las mentales. Coartar o controlar a alguien su sexualidad tiene siempre consecuencias más o menos graves, según las personas y las situaciones, desde la humillación y la pérdida de autoestima hasta el sentimiento de regresión de la naturaleza humana o de culpabilidad que genera».

Todo eso sin hablar de la extrema violencia que en un entorno tan complejo y cerrado, donde todo se exacerba, conllevan frecuentemente las prácticas sexuales que, no por prohibidas o, precisamente, quizás por ello, dejan de darse.

El sociólogo ha visitado numerosos centros de cumplimiento tanto en el Estado francés como de otros países para poder documentarse. Además, se ha entrevistado con unos sesenta reclusos -hombres y mujeres- que, asombrosamente, no han tenido recatos mayores para hablar de un aspecto tan personal. «Me ha sorprendido su franqueza. Las entrevistas han sido como una especie de catarsis para ellos. En casi todas he tenido la impresión de que se liberaban al contar a alguien del exterior del universo penitenciario cosas que no dicen habitualmente», reconocía.

De todo ello ha extraído una radiografía de los tipos de sexualidad presentes, desde la solitaria a la compartida -voluntariamente o no- pasando por la la que la persona intentan mantener con la pareja del exterior.

El somero relato de estos aspectos que fue ofreciendo el conferenciante provocó, en más de una ocasión, la estupefacción entre el público por lo paradójico de determinadas medidas. Entre ellas, la puesta a disposición de preservativos por parte de la institución penitenciaria para, supuestamente, prevenir contagios de VIH, cuando es notorio que nadie los va a coger en público para no dejar traslucir posibles prácticas homosexuales que son causa, en muchas ocasiones, de hostigamiento y agresiones por parte de otros reclusos. Gaillard se encontró con algunos que prefieren correr el riesgo de contraer Sida a la posibilidad de ser objeto de una paliza o de una violación.

Otro contrasentido en la política carcelaria al que se refirió fue el de los UVF (Unidades de Vida Familiar), una especie de apartamentos dentro de la cárcel en los que se puede convivir desde 6 horas a tres días con allegados del exterior y en la que es posible mantener relaciones sexuales. Hace más de una década que se pusieron en experimentación, pero a pesar del balance positivo tanto para los beneficiarios como para el personal penitenciario, sólo existen en tres centros (Ile de Ré, Poissy y Rennes) si bien se sigue mencionando que se van a instalar UVF en más centros.

La principal razón por la que el Estado francés no se alinea en este aspecto a otros países como los nórdicos, Estado español, Canadá, Argentina, etc. es «política e ideológica»: «Los legisladores de la República no tienen el coraje suficiente para afrontar una opinión pública en la que predomina la idea incrustada desde siglos de que la cárcel es un espacio de castigo. Todo aquello que pueda mitigar las restricciones inherentes a la privación de libertad, aunque sean un derecho, está mal visto por los electores», afirmó Gaillard, una conclusión que no hizo más que confirmar que el pretendido objetivo de reinserción con el que se justifican las penas de cárcel no es más que una patraña.

 

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