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El Gobierno tunecino trata de acallar las protestas recordando a las víctimas

Una semana después de la caída del dictador Zine al-Abidine ben Ali, Túnez vivió ayer el primero de los tres días de duelo nacional decretados por el Gobierno, que instó a los imanes a dedicar sus oraciones del viernes a las víctimas del levantamiento popular en un intento de acallar las protestas. Cientos de personas salieron de nuevo a las calles para exigir la salida del Ejecutivo de los ministros del anterior régimen.

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Imed LAMLOUM (AFP) |

Las banderas tunecinas ondeaban ayer a media hasta en los edificios gubernamentales y la televisión estatal difundía de forma intermitente versículos del Corán mientras medio millar de manifestantes protestaban, como todos los días en el centro de Túnez, para exigir la renuncia del Gobierno de «unidad nacional».

«¡Han robado la riqueza del país, pero no van a robar la revolución! ¡Dimisión del Gobierno! Siempre seremos fieles a la sangre de los mártires», gritaban los manifestantes, que se oponen a la presencia en el Ejecutivo provisional de ministros del antiguo régimen.

Coreando «¡Fuera RCD!», en referencia al partido Reagrupación Constitucional Democrática de Ben Ali, presente en todos los estamentos del poder y símbolo de la represión y la corrupción, los manifestantes recorrieron las principales avenidas llamando a continuar la lucha «hasta la disolución del Gobierno».

Mientras tanto, la Policía sigue cercando contra la familia de Zine al-Abidine ben Ali y su esposa, Leila Trabelsi. Ayer se informó del descubrimiento de un arsenal en la casa de un cuñado del derrocado presidente. Fusiles con mira telescópica, pistolas, fusiles de caza y municiones se hallaban enterrados en el patio de la residencia.

El Gobierno interino decretó el jueves tres días de duelo nacional en homenaje a las víctimas mortales del levantamiento popular -al menos un centenar, según la ONU- e instó ayer a los imanes, sometidos a una estrecha vigilancia policial por Ben Ali, a rezar en las mezquitas «en memoria de los mártires de la revolución del pueblo tunecino», la primera revolución del mundo árabe que puso fin el 14 de enero a 23 años de régimen autoritario y corrupto con la huida del dictador a Arabia Saudí.

Mientras, durante una semana, cada noche, los habitantes de la capital se han erigido en «guardianes de la ciudad» para impedir el acceso a sus barrios de los saqueadores y las milicias de Ben Ali. «No estamos aquí sólo para defender nuestro barrio, protegemos Túnez. La libertad que hemos conseguido, tenemos que protegerla», aseguraron a AFP en el barrio de Bardo.

Pasan la noche alrededor del fuego, mientras los residentes les avituallan con café, té y dulces. «No dejamos pasar a nadie salvo la gente del barrio. Ni a los policías», dice uno de ellos, detrás de la barricada .

La desconfianza hacia la Policía, que reprimió violentamente las protestas, es generalizada, no así respecto al Ejército, en el que la población confía al cien por cien. «La Policía siempre ha tenido mano dura bajo el régimen de Ben Ali, no confiamos en ella. El régimen ha caído, pero con nuestro esfuerzo queremos asegurarnos de que no habrá vuelta atrás. Ahora es el pueblo el que decide», sostiene Moncef, funcionario de 50 años.

 

La familia del «mártir» Buazizi, dolida pero orgullosa de su héroe

«Extraño mucho a mi hermano, pero su martirio permitió liberar Túnez». Samiya Buazizi se enorgullece de su hermano Mohamed, que el 17 de diciembre se inmoló en un gesto de desesperación que fue el detonante del levantamiento que derribó a Zine al-Abidine ben Ali.

El joven de 26 años se subió a su puesto de frutas y verduras, se roció de gasolina y se prendió fuego.

«Mi hijo se inmoló y me llevó con él. Nada puede reemplazarlo. Era el pilar de nuestro hogar», se lamenta llorando su madre, Mannubia. Sus cuatro hermanas recuerdan a un chico trabajador y bromista, que les daba dinero comprar libros de texto y dulces.

Tras años de humillación, estalló. Mientras moría en el hospital, su trágico destino empujó al pueblo tunecino a la revuelta, tras de años de rabia contenida y humillaciones.

Su muerte, el 4 de enero, acentuó las protestas. En Argelia, Egipto y Mauritania se multiplicaron las inmolaciones como reflejo del profundo malestar social y político. «Mohamed ha liberado al pueblo tunecino y espero que también libere al pueblo árabe», señala Salem Buazizi.

Los Buazizi están hundidos, pero muy orgullosos de Mohamed, que se levantó para defender sus derechos después de años de abusos sufridos por la familia, como el embargo de sus tierras por un poderoso hombre de negocios local o la muerte del padre de familia extenuado por su trabajo en la construcción. Su madre, que trabaja en una granja, y su padrastro, también obrero de la construcción, no ganan cuatro euros al día entre ambos.

En Sidi Buzid, Mohamed Buazizi se ha convertido en un héroe. «Todos le tenemos un gran respeto. Es el verdadero líder de nuestra revolución, el héroe de la juventud. Se sacrificó por sus derechos y por los de los demás», afirma Ziad al-Gharbi, de 27 años, uno de sus amigos. D.T. (AFP)

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