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Muertes que no son de crónica de sucesos

Tres trabajadores muertos en tres días, que se suman a las 82 personas que el año pasado fallecieron en Euskal Herria a causa de la siniestralidad laboral. La constante sangría de trabajadores muertos demuestra que la política en materia de salud y seguridad laboral no sólo no se está haciendo del todo bien, sino que, a la vista de los resultados, se está haciendo de manera irresponsable y rematadamente mal. Algunos medios sitúan estas muertes en el género periodístico de la crónica de sucesos, y amplifican el factor de la casualidad y la mala suerte en el trágico desenlace de la muerte. Diluyen así las causas de la precarización de las condiciones laborales y las responsabilidades, tanto empresariales como institucionales. Responsables que, aunque no lo digan públicamente, consideran que los accidentes laborales son algo rutinario, común en el funcionamiento de la maquinaria económica. Que piensan que las medidas de prevención son un imperativo legal costoso -y demasiadas veces eludible- y no un acto de responsabilidad ética y social.

A falta de una ley integral sobre siniestralidad, se parte de la existencia de un deber general de los empresarios para adoptar las medidas razonablemente necesarias para garantizar la seguridad laboral de sus empleados. Pero las medidas brillan por su ausencia, o por su afán propagandístico. Si existieran inspecciones rigurosas o se aplicaran medidas sancionadoras efectivas con la mitad del celo profesional que demuestran en nombre de la «otra» seguridad y la obsesión por el orden público, los resultados serían otros. Pero prefieren limitarse a celebrar el 28 de abril, Día Internacional de la Salud y Seguridad en el Trabajo, y destinar fondos públicos para la promoción de unas políticas cuando menos fallidas, y mayormente inexistentes.

La siniestralidad laboral es un fenómeno crónico, una enfermedad social de las más nocivas que se expande hasta consumir lentamente a muchísimas familias trabajadoras. No es, en absoluto, un suceso. Es cuestión, sencillamente, de algo tan importante como la vida de los trabajadores.

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