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CRíTICA clásica

La Barcellona in Algeri

Mikel CHAMIZO

Hubo muchas cosas buenas en esta “L'Italiana in Algeri” que la ABAO estrenó el sábado, y que se podrá disfrutar toda la semana en Bilbo. Pero, un elemento brilló por encima de todos los demás: la fantástica actuación de Daniela Barcellona. Hace bastante tiempo que no se veía en una ópera de la ABAO a una gran estrella del canto que tan claramente ejerciese como tal. Se da el caso de que, en esta puesta en escena, Sagi le pide a Barcellona que se comporte como una diva italiana, y la mezzo,  italiana ella misma, se come el concepto a bocados. Realmente se creaba expectación entre el público con cada nueva aparición de la Barcellona, que se paseaba a sus anchas por el escenario, dibujando un personaje, tan redondo como hilarante, en torno al cual giraban todos los demás. Y no sólo eso, sino que además, Barcellona fue capaz de cantar un maravilloso Rossini, que es un autor con una tradición lírica muy definida y peculiar, abordándolo con la sabiduría, espontaneidad y capacidad para enriquecer la línea vocal propia de las más grandes mezzos rossinianas del pasado. Seguro que este paso de Barcellona por la ABAO va a ser recordado durante unos cuantos años. Y el resto de cantantes supieron aguantarle el tipo: Siragusa tenía el handicap de que Flórez pisó ese mismo escenario una semana antes pero, al margen de algunas irregularidades en el agudo, cantó un Lindoro más que notable. Michele Pertusi fue creciéndose como el bey Mustafá según avanzaba la velada, y Paolo Bordogna fue un Taddeo modélico. Incluso la Orquesta Sinfónica de Euskadi rindió sorprendentemente bien –algunos solistas al margen– bajo las órdenes de un Michelle Mariotti que, para ser tan joven, se perfila ya como un inteligentísimo director rossiniano.

Los aciertos en lo musical se vieron reflejados en una puesta en escena muy colorista y de gran nivel. Emilio Sagi opta desde el primer minuto por resaltar el lado esperpéntico de “L'Italiana in Algeri”, y en esa línea el desarrollo escénico funcionó realmente bien, con una sobresaliente dirección de actores, tan importante en las comedias de Rossini. Hubo acciones que resultaron molestas, porque distraían –el enmoquetado de los suelos, por ejemplo– pero, en general, Sagi ha sabido traducir el libreto con una teatralidad vibrante, un fluir rápido y dinámico, y algunos inteligentes guiños a las soberbias puestas en escena rossinianas de Luca Ronconi.

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