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«Quiero acallar las voces que dudan de que a mi edad pueda seguir en activo»

Néstor Basterretxea continúa haciendo lo que más le gusta; dibujar y crear nuevas formas de expresión. A sus 86 años, el artista demuestra desde su casa-taller de Hondarribia que es un trabajador incombustible y reconoce que, sentirse «insatisfecho» consigo mismo, es su «leitmotiv». Ayer inauguró en la Galería Kur de Donostia su, hasta el momento, última exposición que emplea para acallar las voces que dudan de su capacidad para seguir trabajando.

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Ariane KAMIO | DONOSTIA

Néstor Basterretxea (Bermeo, 1924) ha pasado casi toda su vida estrechamente vinculado con el mundo del arte. El exilio condicionó fuertemente los primeros años de su vida; él y su familia se trasladaron primero al Estado francés, y posteriormente, durante los años de la Guerra Civil española, a Argentina. Sin embargo, estas migraciones le valieron para hacer una primera incursión en las profundas aguas artísticas, un océano en el que, a sus 86 años, todavía sigue investigando, innovando y descubriendo nuevas mareas que le lleven a descubrir nuevos puertos.

Basterretxea creció junto al pintor argentino Emilio Pettoruti, y sus primeros trabajos estuvieron dedicados a la publicidad. Tras contraer matrimonio con María Isabel Irurzun Urkia, con la que continúa casado, regresó a Euskal Herria en 1952. Se convirtió en uno de los creadores más influyentes e innovadores del panorama artístico vasco, siendo uno de los fundadores de dos de los grupos más relevantes de nuestra historia artística: en 1957, del Equipo 57, junto a Juan Cuenca, Agustín Ibarrola, Jorge Oteiza y otros, y en el año 1966, del grupo Gaur, con Eduardo Chillida, Oteiza, Zumeta y Sistiaga.

Empujado por Oteiza, Basterretxea se presentó al concurso para pintar las imágenes de la cripta de la basílica de Arantzazu, y lo ganó, aunque, por desgracia, tuvo que dejar el trabajo a medio hacer por orden de la Comisión Diocesana de Arte Sacro. La acabaría en los años ochenta con una colección de frescos muy modernista y de gran impacto, en particular el Cristo Resucitado que domina el altar.

Su trayectoria artística ha estado fuertemente ligada a la escultura, de entre cuyas obras destacan las series «Estelas» y «Cosmogónica Vasca». Ésta última, basada en personajes mitológicos, fuerzas de la naturaleza y objetos tradicionales de nuestra cultura, la componen 18 esculturas (17 de madera y una de bronce, realizadas entre 1972 y 1975), y fue donada al Museo de Bellas Artes de Bilbo en el año 2008.

Además de en las artes plásticas, Basterretxea ha sido uno de los pioneros de la cinematografía vasca moderna. En 1963 dirigió el cortometraje «Operación H»; un año más tarde, fundó la productora Frontera Films Irun, junto al fotográfo y director Fernando Larruquert, con quien formó un tándem que creó trabajos emblemáticos como «Pelotari» (1964), «Alquezar» (1965) y «Ama Lur» (1968).

Inagotable

Sería prácticamente imposible enumerar el total de obras que cuenta Néstor Basterretxea en su catálogo, comenzando por la escultura, pasando por los collages, hasta llegar a la pintura. Una parte de su colección ha sido ahora reunida en la Galería Kur de Donostia, formando una pequeña antología de este veterano artista. Su veteranía es, según indicó ayer a este diario, una de las principales razones que le han empujado a ser protagonista de esta nueva exposición. «En los últimos meses han llegado a mis oídos varios comentarios sobre mi estado de salud y que ponían en duda mi capacidad para seguir trabajando. Tengo un poco de catarro, pero no es una razón de peso que me impida continuar con mi labor. Lo hago, más que nada, para acallar esas voces», dijo con socarronería.

Basterretxea reconoce que le sigue apasionando «crear nuevas formas de expresión», al considerar que «es como una apuesta contigo mismo». «Lo importante es sentirse insatisfecho contigo mismo, ése es el espíritu necesario para seguir trabajando con nuevas líneas», afirmó. «Tengo la habilidad de tocar muchos puntos contradictorios, como ocurre en la vida, y eso me permite continuar evolucionando».

La exposición, que permanecerá abierta hasta el 28 de abril, está formada por una treintena de piezas; algunas realizadas en la década de los 70-80, y otras más recientes. Entre ellas destacan una selección de piezas de las series «Cosmogónica Vasca» y «Gernika» (creada para el 50 aniversario del bombardeo), así como otros collages de gran tamaño (algunas superan los dos metros en altura y anchura). Esta retrospectiva la completan varias esculturas de hierro, óleos, dibujos y unas vidrieras en cajas de luz.

En cuanto a éstas obras creadas sobre el vidrio, el artista reconoció que «ha sido una búsqueda muy bonita. Ahora no se utiliza el plomo para unir las piezas, y los colores se pegan con una cola especial que te permite jugar con las formas y modelar el material».

Sin embargo, recalcó que lo que realmente le apasiona es el dibujo y «su exactitud en las formas». «Lo dibujo todo. Todas mis obras son siempre previamente dibujadas. Hasta hace unos meses, he intentado hacer un retrato cada día; me servía para ejercitar la imaginación y la mente. Tengo un libro que se titula `500 personajes de la historia', y allí tengo muchos personajes para poder pintar», bromeaba.

Cuando la exposición alcance su ecuador, el artista cambiará algunas piezas, aunque las más importantes permanecerán hasta el final; añadirá nuevos dibujos y cosas más livianas.

 
«Mi pasión por el arte me ayuda a no pensar en la muerte»

A pesar de haber realizado esta entrevista telefónicamente, es casi palpable el dolor que ha dejado la pérdida de su hijo Txabi (cineasta y promotor cultural que falleció en octubre del año pasado a consecuencia de un cáncer) en Néstor Basterretxea, algo que, junto con su avanzada edad -según reconoce-, le lleva a pensar en numerosas ocasiones en la muerte. «Mi pasión por el arte me ayuda a alejarme de pensar en ello», anota. «Cuando entro `en caída', lo primero que hago es ponerme a trabajar, y eso me ayuda mucho a distraerme», dice.

Este veterano artista está sumergido ahora en un proyecto que retorna a los inicios de la Guerra Civil española. En concreto, está en pleno proceso de creación de una escultura de gran calibre (de unos seis metros de altura) para la localidad vizcaina de Otxandio. Con esta nueva obra se conmemorará el 75 aniversario bombardeo que sufrieron sus vecinos el 22 de julio 1936, en pleno alzamiento fascista, y que acabó con la vida de medio centenar de personas y dejó numerosos heridos. Meses después tendrían lugar los bombardeos de Durango y Gernika, el 31 de marzo y el 26 de abril de 1937, respectivamente. La nueva escultura simbolizará la vía que llevó a las víctimas hasta el cielo tras su fallecimiento. A.K.

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