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REVUELTA EN LOS PAÍSES ÁRABES

«En Egipto se ha conseguido unificar muchos sectores para defender una misma causa»

 

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Amal Ramsis

Cineasta egipcia

Nacida en El Cairo hace 39 años, Amal Ramsis trabajaba en el estudio de su casa cuando estalló la revolución egipcia. Desde entonces, ha participado en las protestas de la plaza Tahrir para conseguir un sistema democrático para su país. Ahora está en Bilbo invitada por la ONGD KCD para participar en unos encuentros sobre comunicación alternativa.

Ruben PASCUAL | BILBO

¿Cuál es la situación que se vive ahora en Egipto?

Ya se ha ganado la batalla principal: se fue Mubarak, los grandes corruptos del país están detenidos y se está escribiendo una nueva Constitución -que en principio debería estar terminada en diez días-.

Pero la gente sigue en la calle para cambiar el Gobierno, porque es el mismo que nombró Mubarak. Podemos decir que nos encontramos en una época de transición, en la que se convocarán elecciones libres en un plazo de seis meses. Con la nueva Constitución se van a poder formar nuevos partidos políticos, algo que antes no era posible.

¿Y en el resto de países?

Si hablamos sobre Túnez, siguen adelante con su lucha. En Libia parece que la cosa se está calentando demasiado. Las noticias hablan de que sectores del Ejército han comenzado a unirse a la revuelta, y eso le va a dar bastante fuerza. Creo que en pocos días podremos ver también el final de Al-Gadhafi.

Pero Al-Gadhafi ha manifestado que no le importa ir a una guerra civil y tener que llorar a cientos de miles de muertos...

Que diga lo que quiera. Mubarak también dijo muchas cosas. El jueves [12 de febrero] salió diciendo que se quedaría hasta setiembre, y apenas un día después se fue del país.

Sin embargo, la salida de Mubarak no ha traído la caída del sistema. ¿La gente sigue con esas ansias de cambio?

La gente sigue en la calle. Este mismo viernes tuvo lugar una de las manifestaciones más grandes, que era para festejar el triunfo de la revolución, pero al mismo tiempo para exigir que se cambie el Gobierno.

Hoy [por el lunes] han cambiado cinco ministros, pero el pueblo continúa convocando movilizaciones para cambiar todo el Gobierno. Queremos un sistema democrático y no pequeños cambios.

A otro nivel, y eso es una de las cosas más importantes en nuestra revolución, hay muchas huelgas en los sectores industrial y de servicios que han conseguido parar el país. Los sindicatos, que antes estaban a merced del Gobierno, están luchando por sus derechos.

Esto supone un salto en nuestro movimiento, porque hemos demostrado a quienes no querían creernos que somos capaces de parar el país.

Durante todas estas semanas, ¿qué ambiente se respiraba en la plaza Tahrir, epicentro de las protestas?

Antes de que se fuera Mubarak, desde mi punto de vista, era el sitio más seguro del mundo. Yo vivo a cien metros de la plaza y allí estábamos gritando, cantando, artistas pintando...

Para entrar a la plaza, los manifestantes te registraban y te pedían la documentación; todos sentimos que era la primera vez que nos registraban por nuestra seguridad. Algo impensable en Egipto.

Cuando se fue Mubarak, y la plaza recuperó la normalidad, ya no quería verla... ¡ya no era nuestra plaza! (risas) Cuando estábamos allí se respiraba mucha solidaridad, compañerismo y también, como mujer, sentí una gran igualdad.

En Egipto no somos muy conocidos por nuestra limpieza, pero allí había muchísimos voluntarios limpiando la plaza, había comida gratis para todo el mundo... Desde el primer momento estuvimos convencidos de que esto no saldría adelante si no estábamos todos juntos.

¿También fue así a nivel político?

Sí, porque todo el mundo participó, pero ningún movimiento político intentó imponer sus ideas, ni tan siquiera los Hermanos Musulmanes, algo que a mí personalmente me extrañó mucho. Desde el primer momento respetaron que todas las demandas tenían que ser las mismas y que no podía haber ningún eslogan religioso, y hasta ahora no lo ha habido.

Creo que esta revolución ha conseguido unificar muchos sectores sociales para luchar por una misma causa. Por eso salió adelante, y por eso se han dado pasos mucho más rápido de lo que nadie pudiera pensar. ¿Quién podía imaginar que en 18 días acabaríamos con todo?

Y menos aún después de tantos años...

Así es, porque no sólo son los 30 años de Mubarak, también hay que contar la época de [Muhammad Anuar] Al-Sadat. Llevamos desde 1971 en un país dictatorial, que además se vende fuera como democrático.

La actitud de Occidente ha sido la de apoyar a los jefes de estos gobiernos autoritarios... hasta que han caído, y ahora los llaman dictadores. ¿La gente percibe esta hipocresía?

Claro, la gente no es tonta. Mientras Obama, la Unión Europea y los demás expresaban sus opiniones, a la gente le daba absolutamente igual. Que digan lo que quieran, porque nunca han dicho nada pensando en nuestros intereses.

Ellos, que durante la revuelta de Túnez estuvieron calladitos, han aprendido. Y cuando se fue Ben Ali, tuvieron que decir que respetaban la voluntad del pueblo tunecino. Por eso en Egipto tardaron muy poco en criticar el sistema y en hacer llamamientos para respetar la voluntad popular, algo que ellos no hicieron nunca. Para nosotros está claro que a ellos les interesa no perder el contacto con un posible nuevo Gobierno.

Las declaraciones responden a sus propios intereses, pero la gente es muy consciente de ello, y está dando mucho más de lo que nunca se hubiera podido imaginar. La gente ignoró incluso a quienes decían negociar en nombre del pueblo egipcio, y siguió en la calle. Fue impresionante.

Desde el inicio de esta oleada de revueltas se ha destacado la importancia de la redes sociales. ¿Está de acuerdo?

No, y es algo que me gustaría mucho aclarar. Hablar de la «Revolución del Facebook» es un desprecio para nuestra revolución, porque existen muchas maneras de comunicarse.

Sería absurdo pensar que a alguien se le ocurriera convocar para el 25 de enero una revolución. Tú puedes convocar una gran manifestación, pero no una revolución, porque eso implica una predisposición de la gente.

La prueba de que las redes sociales no fueron tan importantes fue que cuando se cortó Internet durante una semana o diez días, la gente siguió sumándose aún en mayor cantidad.

No podemos despreciar a toda esa gente que ni siquiera tiene acceso a Internet y a esas redes sociales y que también participó.

En esta nueva etapa, ¿qué cambios cree que se darán en el mundo de la cultura, al que se dedica?

Personalmente, lo que quiero es que desaparezca la censura. Para mí es lo más importante, porque es una censura muy fuerte. Estaba prohibido incluso recibir películas en casa sin que pasaran por las manos de los censores. Por eso, lo importante ahora es que desaparezca la censura, que la gente pueda ver y hacer las cosas de una manera libre. Si se pueden crear partidos políticos de una manera libre, también se tiene que poder filmar de manera libre.

A través de su trabajo siempre ha tratado de desestereotipar a la mujer árabe, atada el velo y sumisa. ¿Han contribuido estas revueltas a deshacer el estereotipo?

Yo no intento deshacer estereotipos. Lo que hago, a través de mis proyectos y mis trabajos, es mostrar a las mujeres tal y como son. Cuando las presentas así, una de las cosas que se consigue es romper el estereotipo.

Si ves las películas realizadas por mujeres egipcias en los últimos diez o quince años, son todas políticas. Es algo que la gente no sabe que existe en nuestro mundo.

Todo el mundo habla ahora de islamismo, del mundo musulmán, de las revueltas en el mundo musulmán... ¿qué países musulmanes? Yo no soy musulmana, vengo de una familia cristiana y no me identifico como cristiana ni como musulmana. El Gobierno siempre intentó crear conflictos entre musulmanes y cristianos, y Occidente hace lo mismo. No somos así, no vemos el mundo desde un punto de vista religioso. Hay gente creyente, y es obvio que eso afecta a sus puntos de vista, pero nuestra vida, la realidad que vivimos no tiene nada que ver con la religión.

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