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CRÍTICA danza

Elaborada frescura

Carlos GIL

El espectador se siente como partícipe pasivo de una fiesta popular, de un encuentro familiar, de un fin de semana de amigos en donde todos alardean de su capacidades para bailar, para cantar, para hacer música, recordando pasajes comunes, códigos compartidos que se van enlazando y descomponiendo en aparentes improvisaciones, en una relación física, emocional, espacial que van construyendo una narración sólida, desde una teatralidad que sirve para crear microestructuras que se concretan en una ductilidad física extrema, en ocasiones bordando lo inverosímil por su dificultad, con la utilización de técnicas actuales colocadas al servicio de una tradición reinventada, que transmite un gran placer porque ellos, los bailarines, están disfrutando, pendientes unos de otros, atentos a participar en la fiesta.
 
Y es que siendo, como es, una propuesta libérrima, con música en directo, con retos entre los bailarines al modo del hip hop, con ocupación de un espacio abierto delimitado al fondo por unas sillas y con una iluminación marcadamente ambiental, toda la belleza que acarrean es fruto de un gran rigor, de una disciplina previa, para conseguir tener esos cuerpos tan propicios a ser perfectos instrumentos para este festival, en donde cada individuo le dota de sus capacidades interpretativas, para elaborar en conjunto un divertido trabajo, intenso, rutilantemente comunicativo, de una frescura elaborada a base de talento y energía canalizada por un sabio mestizaje para volvernos a recordar que la danza es también celebración de la vida y el gozo.
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