Los ocho equipos que continúan en liza dentro de la Champions League ya conocen su camino hacia la gran final del Nuevo Wembley. El sorteo celebrado ayer deparó una serie de emparejamientos de alto voltaje. Así las cosas, Chelsea y Manchester United disputarán la eliminatoria con mayor morbo. Ambos conjuntos disputaron la final de hace tres campañas y durante la última década mantienen una enconada rivalidad en la Premier League.

La cita de hace tres temporadas quedó marcada para siempre por el resbalón de John Terry en el quinto y definitivo penalti. En caso de haber marcado, el capitán del Chelsea hubiera otorgado el triunfo al equipo de toda su vida. Sin embargo, un inoportuno resbalón permitió a Edwin Van der Sar detener su lanzamiento. La tanda continuó y finalmente fue el United el que se llevó el gato al agua.

Abramovich y Torres

El pasado curso, en cambio, los de Stamford Bridge fueron capaces de alzar el título doméstico por delante de los red devils. En la presente campaña, los de Sir Alex Ferguson encabezan la tabla de la Premier mientras que el Chelsea parece prácticamente descartado. Los de Old Trafford cuentan con nueve puntos de ventaja sobre los blues. La Champions se ha convertido en una enorme obsesión para un Roman Abramovich que ha realizado una fortísima inversión en el fichaje de Fernando Torres y que nunca ha ocultado su firme intención de conquistar la orejona. En este last eight, el United no parece ser el escollo más sencillo.

En caso de superar la eliminatoria, el vencedor del duelo inglés se mediría al equipo que salga triunfante del emparejamiento entre Inter y Schalke 04, dos equipos que acaban de vivir unas jornadas diametralmente opuestas. Los nerazzurri vuelven a ser competitivos bajo la dirección de Leonardo y cuentan con mayor fondo de armario tras la llegada de cinco nuevos fichajes en el mercado invernal. La fortaleza sicológica del conjunto lombardo quedó patente en la vuelta de los octavos ante el Bayern. Con el resultado de la ida en contra y tras haber sido desarbolados por los bávaros durante la primera mitad, los interistas supieron dar la vuelta al resultado y obtener el pase a cuartos.

En Gelsenkirchen, por el contrario, la noticia ha sido el despido de Felix Magath. La dirección del conjunto de la cuenca del Ruhr decidió prescindir de los servicios de su antiguo técnico en medio de confusas acusaciones en torno a su gestión económica. Su sustituto será Ralf Rangnick, el hombre que llevó al Schalke al subcampeonato de la Bundesliga en 2005. Apenas unas horas después de su destitución, Felix Magath encontró acomodo en el banquillo del Wolfsburgo.

El Madrid, a Londres

En la otra rama del cuadro, el Real Madrid se enfrentará al Tottenham. La ida se disputará en el Bernabéu y los blancos deberán acumular una buena renta antes de afrontar su visita a la capital inglesa. Y es que los blancos han sumado un buen número de afrentas en sus desplazamientos a la isla. Los merengues llevaban seis años sin estar entre los ocho mejores del continente y se encuentran ante una gran oportunidad de acercarse a la décima. Por el camino, tendrán que dejar en la cuneta al Tottenham de un viejo conocido de los blancos como el holandés Rafael Van der Vaart.

En caso de obtener el billete para semifinales, los madridistas se verán las caras ante el vencedor de la eliminatoria entre el Barcelona y el Shakhtar Donetsk. Será la reedición de la final de la Supercopa de Europa de 2009. En octavos, los ucranianos superaron con facilidad a la Roma y ahora tratarán de dar la campanada eliminando al gran favorito. Con seis brasileños en su plantilla, los ucranianos despliegan un juego combinativo y gracias a la ingente cantidad de dinero invertido han conseguido poner en jaque la hegemonía del potente Dynamo de Kiev.

Entre los futbolistas del Shakhtar destaca sobre todos Dmytro Chygrynskiy. Contratado por deseo expreso de Pep Guardiola a cambio de 25 millones hace dos temporadas, el zaguero no se adaptó al ritmo de la Liga española y acabó pagando muy caro sus errores. El pasado verano fue devuelto a Ucrania por 10 millones menos de lo invertido inicialmente por los catalanes.