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Fermín Gongeta Sociólogo

Cuaresma y elecciones. Religión y política

El autor acusa al PP y el PSOE de gozar de la «Bula de la Santa Cruzada», de acaparar todos los privilegios y dispensas y ejercer pleno poder. Y centra su análisis en una realidad que le resulta preocupante: las clases populares, «en Euskal Herria como en el Reino de España», siguen votándoles, a pesar de no cumplir sus promesas de bienestar y sacrificar conquistas sociales. Acompaña su argumentación con citas del escritor francés Serge Halimi, para concluir abogando por «revitalizar la solidaridad» y votar «al partido que más daño pueda hacerles».

En el Reino español, los dos partidos en el poder -Gobierno y oposición- gozan de la Bula de la «Santa Cruzada», que es como Franco llamó a su invasión militar. En tiempo del Generalísimo decían que la Bula equivalía a privilegios y dispensas que concedía la Iglesia católica a los cristianos. Si comprabas uno de esos papeles -Bula de la Santa Cruzada- que vendían en las iglesias, te reducían enormemente los días obligatorios de vigilia, días en que te prohibían comer carne. («Catecismo de la Doctrina Cristiana». Gasteiz, 1949).

Te dejaban comer carne, pero no te daban dinero para ello. Todo lo contrario; tenías que pagar hasta para eso, para no comer. Y sin embargo, con ingenuidad y miedo, íbamos a comprar los papeles, aunque no fuera más que para poder comer los conejos que cuidaban algunos trabajadores en huertas y caseríos. ¡Es tan difícil pensar teniendo hambre!

Los políticos del Reino español han acaparado todos los privilegios y dispensas. El monarca se los ha concedido. Porque él, el día 23 de junio de 1969, manifestó públicamente: «Sí, juro lealtad a Su Excelencia el Jefe del Estado y fidelidad a los Principios del Movimiento Nacional y demás Leyes Fundamentales del Reino».

Pleno poder espiritual y temporal, como Franco, ¡por la gracia de Dios! En el Reino español, los dos partidos, en el poder y en la oposición, gozan de infalibilidad. Son los depositarios de la verdad. ¡Cuánto más en Euskal Herria donde han conseguido la unión, la simbiosis perfecta, con tal de imponer su verdad y su poder...!

Las clases populares, hoy como entonces, creemos lo que nos dicen los poderosos, y les votamos, esperando que nos dejen comer, aunque sean migajas, confiando en que nos den trabajo, aunque sea temporal, y nos dejen actuar en moderada libertad, sobre todo cumpliendo fielmente sus normas inquisitoriales.

A pesar de que no cumplen sus promesas de bienestar, seguimos votando, en Euskal Herria, y en el Reino de España, a la derecha más recalcitrante, o a un partido que ya de socialista no tiene nada. Y de obrero muchísimo menos.

Hace unos años, se puso de moda una publicación del célebre escritor americano Thomas Frank. Traducida casi simultáneamente en la vecina república y en el Reino. En castellano se titula «¿Qué pasa con Kansas?» y en francés la han llamado «Por qué los pobres votan a la derecha». Yo la habría titulado: «Por qué la clase trabajadora no vota a la izquierda».

Desde hace decenas de años, los americanos asisten a una revuelta que no beneficia más que a aquellos que se supone pretenden derribar. Los trabajadores en furia, fuertes en número, se sublevan irresistiblemente contra la arrogancia de los poderosos. Levantan su puño ante las narices de los hijos del `privilegio' y se burlan de su afectación de dandis demócratas» (S. Halimi).

Son, desgraciadamente, los mismos trabajadores y jubilados furiosos que en el momento de las elecciones votan a la derecha. Y ¿es por miedo que se vota a la derecha...? No lo creo. Tal vez sea por ver en otros partidos sus promesas incumplidas. El incremento de las desigualdades y las injusticias va minando la cohesión social. La ausencia de perspectivas, un diálogo social insuficiente, provocan interrogantes y malestar de cara al porvenir.

No. No es por miedo. Pero, sin duda, si las clases populares no votamos a la izquierda es por la inseguridad que produce la decadencia del movimiento obrero en Euskal Herria y en el Reino español, donde grandes luchadores obreros se han arrinconado en el Partido Socialista, y/o se han comprometido, por no decir vendido, al poder. ¿Qué van a hacer contra el Gobierno unos sindicatos y partidos que están subvencionados por él mismo? ¡Nadie hiere la mano que le da de comer!

La pregunta que creo es más razonable es ¿dónde está la izquierda, para votarla?

El PSOE suprimió la «o» de obrero, y ha perdido la «s» de socialista, que nunca tuvo. Es sencillamente un partido tan ultraliberal como el PP. Los dos se enfrascan en disputas ridículas emulando y superando los programas de televisión. Su cultura es la de destrucción de toda aposición. Los dos partidos utilizan la vieja receta política: no analizan las necesidades de los ciudadanos, convertidos en súbditos. Insisten de manera insidiosa en los valores defendidos por la religión, el orden, la autoridad, el trabajo, el mérito, la moralidad, la familia. Estos partidos nos cobran no para que podamos comer, sino para que veamos cómo comen y se enriquecen ellos y sus fieles secuaces.

«Mientras tanto, las conquistas obreras, que el capitalismo destruye, bajo el pretexto de la competencia internacional, y el nuevo señuelo de la desaparición de las clases sociales son presentados como inútiles reliquias de una era caduca y anticuada. Y esas conquistas obreras son exhibidas como si se tratara de un derecho a la pereza, al fraude, a la dependencia de la asistencia pública, a la inmoralidad de una cultura demasiado acomodaticia hacia el corporativismo y las mejoras adquiridas» (Serge Halimi).

La hoy denominada izquierda condena a la sociedad entera a un inmovilismo complaciente, donde las principales víctimas son los trabajadores, y entre ellos los más modestos y en situación de paro, o pensionistas bajo mínimos.

En occidente, a la manera de EEUU -también en Euskal Herria-, el éxito de las derechas y de las ideologías neoliberales ha llevado a un debilitamiento de los colectivos obreros y militantes. Esto ha conducido a gran número de trabajadores a vivir la relación con la política y los sindicatos bajo un modelo absolutamente individualista. La solidaridad está en vías de extinción, y es necesario revitalizarla.

La línea de fractura económica, ya no se sitúa entre los privilegiados y los trabajadores, ni entre capitalistas y obreros, sino únicamente entre asalariados, aunque sean mileuristas, y los que deben ser asistidos por los organismos «caritativos», por la asistencia pública.

El PSOE y el PP, junto al PNV en Euskal Herria, gozan del privilegio de la Bula de la Santa Cruzada. Y son éstos quienes, además de no entregarnos lo prometido, lo nuestro, lo que nos corresponde en derecho, trabajo, salud, educación y libertad, nos quitan lo poco que tenemos a través de los impuestos, IRPF e IVA, sobre todo. Nos empobrecen con promesas de un futuro tan falso como negro.

Por eso, en las próximas elecciones, votaré. Y mi voto tal vez no vaya a ese partido ideal al que yo desearía pertenecer. Pero mi voto irá al partido que más daño pueda hacer a quienes están destrozando la vida de mis conciudadanos con el hambre, la racanería y la falta de libertad.

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