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ELECCIONES EN EUSKAL HERRIA

El terremoto de Lorca para la campaña y le salva a Rubalcaba de una bronca

El duelo por los fallecidos en el terremoto de Lorca (Murcia) y la solidaridad con el resto de afectados hizo que prácticamente la totalidad de los partidos suspendieran ayer sus actos públicos de campaña. El paréntesis sirvió también para salvar al ministro español de Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, de la bronca del PP que tenía segura por no impugnar otra vez Bildu.

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Iñaki IRIONDO

Al conocerse la magnitud de la tragedia por el terremoto de Murcia, el secretario general del PSOE, José Luis Rodríguez Zapatero, y el presidente del PP, Mariano Rajoy, acordaron suspender los actos oficiales de cam- paña electoral durante la jornada de ayer. Rajoy visitó Lorca y apareció entre los afectados rodeado de medios de comunicación. El Gobierno trasladó a la zona del siniestro a Alfredo Pérez Rubalcaba y a Carme Chacón, ministro de Interior encargado de la protección civil y ministra de Defensa responsable de la Unidad Militar de Emergencias, respectivamente (y, oficiosamente, los dos posibles sucesores de José Luis Rodríguez Zapatero, que acudirá hoy tras el Consejo de Ministros). Y, aunque la campaña se decía suspendida, el PP no dudó en hacer público el mensaje de que mientras los ministros «miran desde el aire» la zona afectada por los terremotos, su presidente, Mariano Rajoy, está «con los damnificados en los campos de acogida».

El caso es que, aunque el epicentro de la decisión de suspender la campaña estuvo entre Moncloa y la calle Génova de Madrid, se extendió pronto hacia los partidos de Euskal Herria. El PNV aprovechó el acto que tenía programado en Sestao por la mañana para realizar un minuto de silencio y anunciar la suspensión de sus actos, aunque Markel Olano estuvo luego en Ordizia. UPN también paró su campaña y no realizó los mítines previstos en Lizarra y Cadreita. EB se sumó al duelo. Y al mediodía lo hizo también Bildu, desde un «punto de vista de solidaridad internacionalista», aunque a primera hora había ofrecido alguna rueda de prensa. Aralar fue el último en anunciar su decisión, después de celebrar también un acto matinal. NaBai 2011 dijo inicialmente que mantendría su actividad, acompañándola de muestras de duelo, pero acabó suspendiéndola y envió un telegrama al Ayuntamiento de Lorca.

En algunas localidades se celebraron minutos de silencio y concentraciones, en los que participaron cargos institucionales y candidatos.

Nada contra Bildu

El seísmo tan real como trágico de Lorca tuvo el efecto de aplacar el terremoto metafórico que a buen seguro le hubieran preparado el PP y sus tentáculos al Gobierno español por la no impugnación de las candidaturas de Bildu, dado que el segundo plazo concluía ayer.

El Partido Popular había exigido en los últimos días a Alfredo Pérez Rubalcaba que pusiera todo de su parte para aprovechar las últimas reformas legales e intentar repetir el intento de que la coalición independentista no pudiera concurrir a las urnas. La última excusa era el cartel sobre Bildu que el ex preso Ander Errandonea había exhibido al salir de prisión.

El tono en el que se había realizado la exigencia, el que ha- bían ido adquiriendo las críticas al Tribunal Constitucional desde que decidió permitir la presencia electoral de Bildu y la proximidad de la manifestación convocada para mañana en Madrid por la VCT de Alcaraz ha- cían prever nuevos mensajes contundentes contra Rubalcaba si no había impugnación de las listas independentistas.

Y no la hubo, porque el Gobierno no encontró nada reseñable con lo que volver a tocar la puerta de un Tribunal Supremo recientemente volteado por el Constitucional.

Según algunas fuentes, las FSE emplearon toda su munición en el primer intento y carecían de novedades que se pudieran emplear contra Bildu. Para volver a los tribunales era preciso aportar indicios desconocidos cuando se produjo el anterior recurso, y la aparición de un ex preso con un cartel carecía de relevancia, por mucho que hubiera excitado a los diseñadores de tantas primeras páginas de periódicos.

El ministro de Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, ya había preparado el terreno la víspera, anunciando que «saben que un cosa es la indignación que producen las provocaciones y otra las razones jurídicas para impugnar ante los tribunales».

Rubalcaba añadió que «los tribunales ya han hablado, en concreto el Tribunal Constitucional. Ahora tienen que hablar los ciudadanos y creo que es bueno que sea así y que los demócratas no hagamos la campaña a quien no debemos».

A primera hora de la mañana de ayer, el portavoz del PP en el Parlamento de Gasteiz, Leopoldo Barreda, hizo un tímido intento de poner sobre la agenda del día la causa contra Bildu, volviendo a hablar de que una foto «vale más que mil palabras y mil argumentos del Constitucional», pero la incursión en el fango quedó rápidamente eclipsada por la suspensión de la campaña a causa del terremoto.

Rubalcaba espera sentencia

Llamativamente, después de tantos años en la cabina de mando y con fama de inteligente Maquiavelo, ahora es Rubalcaba quien espera su sentencia por la estrategia seguida contra la izquierda abertzale y que en estos días está teniendo un final que parecía no esperar.

Su medio más cercano dice que el PSOE está viendo empeorar sus perspectivas electorales por la dura campaña que está haciendo el PP en esta materia y que puede tener importantes efectos negativos en Castilla-La Mancha y Extremadura.

Pero, a fin de cuentas, eso no es más que la consecuencia de la estrategia marcada por Zapatero y Rubalcaba desde el proceso de 2006. ¿Recuerdan el vídeo del PSOE jactándose de que había realizado menos «cesiones» que el PP? El intento de vender que un proceso de paz y normalización política se puede pilotar a buen puerto desde la altanería y la intransigencia, en lugar de hacer pedagogía sobre cómo se llevan adelante estas cosas en el resto del mundo, alimenta las posiciones más ultras. Es el discurso del PP. Una supuesta izquierda debería tener otro. Ahora no puede quejarse de que se lo quieran comer los leones porque lo ven como un domador acobardado.

 

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