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FUTBOL SELEKZIOA

Un partido que se juega también en otros muchos campos

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Manex ALTUNA

Enviado especial de GARA a los partidos de Barcelona y Venezuela

 

La reivindicación de la oficialidad caracteriza siempre los partidos de la selección vasca. Más aún, si el partido se juega fuera de casa como ya sucedió en las últimas salidas a Catalunya y Venezuela. Estos dos partidos fueron claves para entender por qué los futbolistas vascos deciden organizarse y se producen las polémicas con la federación y determinados representantes políticos.

En octubre de 2006, la selección vasca llegaba a Barcelona con la intención de disputar un partido reivindicativo a favor de la oficialidad. Supuestamente, la federación catalana y la vasca así lo habían acordado y contaban con el apoyo de Esait y una plataforma catalana. Sin embargo, la federación española presionó para cambiar el eslogan del encuentro e impuso el «Juntos por la paz». Eran tiempos de tregua de ETA. La respuesta de los futbolistas fue contundente y, a pesar de las presiones de algunos directivos, saltaron al campo con pancartas reivindicativas.

En el viaje a Venezuela volvieron a producirse desavenencias entre los jugadores y la federación. Los futbolistas vascos mostraron dos pancartas en las que se podía leer «Somos una nación, ¡oficialidad!» en castellano y «Ofizialtasuna nahi dugu» en euskara. La prensa española creó un revuelo mediático impresionante y el presidente de la federación vasca rehusó apoyar a los jugadores. Asímismo, responsabilizó a los jugadores de las pancartas cuando fue la propia federación la que entregó una de ellas. Pero lo más triste fue la oportunidad perdida en el país caribeño para dar a conocer las reclamaciones vascas entre las federaciones sudamericanas, ya que el amistoso se disputó en fechas previas al inicio de la Copa América.

Después de estos desencuentros, vino la polémica por la denominación de la selección y los dos años sin jugar. Tras el cambio en la directiva de la federación y la recuperación de los amistosos navideños, este partido llega también en un momento político ilusionante.

Quizá Estonia no tenga especial relevancia en el panorama futbolístico internacional, pero sí que otorga a la cita un gran simbolismo. Se trata de una de las repúblicas bálticas que consiguieron la independencia en la década de los noventa tras la caída de la unión soviética.

Por lo tanto, es un país que podría mostrar su comprensión hacia la situación de Euskal Herria en los organismos que rigen el mundo del fútbol. La FIFA y la UEFA funcionan como un club privado en el que hace falta contar con amigos para obtener la entrada, y Estonia puede ser uno de ellos. Los jugadores han demostrado con sus iniciativas que están dispuestos a mojarse por la oficialidad y los aficionados han respondido en todos los partidos. Falta por saber si la federación decide saltar al campo de la FIFA y la UEFA.

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