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ANÁLISIS | TRIUNFO DE OLLANTA HUMALA EN PERÚ

Gana Perú... Gana Latinoamérica

El autor sostiene que, más allá de lo ajustado de su triunfo y de su campaña electoral puramente reformista, Humala ha dejado clara su voluntad de apoyar activamente y de ser protagonista del actual proceso de integración latinoamericana en clave «progresista».

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Josemi ARRUGAETA

La reciente victoria de Ollanta Humala, y su alianza «Gana Perú», parece venir a reforzar la dinámica de cambios sociales y políticos que se desarrollan en América Latina desde hace más de una década. Un proceso de trasformaciones que, sin embargo, mantiene diferentes velocidades y constantes contradicciones, al tiempo que aparece diariamente amenazado por tendencias golpistas y desestabilizadoras promovidas por las poderosas oligarquías locales, en clara alianza con la tradicional política hegemónica de EEUU en la región. La victoria del exmilitar peruano, apoyado por una amplia coalición de sectores políticos, que van desde el nacionalismo hasta la izquierda, entra así a forma parte de la complicada guerra de posiciones que se observa en Latinoamérica en los últimos dos año, marcada por hechos como el Golpe de Estado en Honduras, o el intento de derrocamiento y magnicidio del presidente ecuatoriano, Rafael Correa.

Una mirada al Perú profundo

Perú se sitúa estratégicamente en el mismo centro de la costa del Pacifico, y había sido hasta el momento pieza clave en un eje geopolítico de contención (compuesto además por Colombia y Chile), en donde los grupos de poder más oligárquicos, reaccionarios y elitistas han mantenido sólidas posiciones de dominio y control. El triunfo de Humala supone, pues, un cambio significativo en esta delicada correlación de fuerzas regional que podríamos denominar, de manera muy general y no exenta de ambigüedad, derecha-izquierda. Su victoria y su programa moderado, pero claro, apunta a la promoción de políticas de asistencia social, redistribución de la riqueza, lucha contra las abrumadoras desigualdades y control de los recursos naturales nacionales, y constituye, por lo tanto un desafío a la elite limeña, blanca y profundamente racista que, atrincherada en sus exclusivos y lujosos barrios capitalinos, domina la economía, los medios de comunicación y todos los resortes administrativos.

Los datos electorales muestran aun el enorme poder e influencia de esa oligarquía, apenas algo más del 3% de los votos separa a ambos contendientes a nivel nacional, mientras que en la capital la candidata Keiko Fujimori sobrepasaba a Humala por más de 10 puntos. Una primera conclusión es que es el Perú profundo y olvidado, el que ha apostado por este antiguo militar, de pasado bastante controvertido, que ha sabido captar y sumar los deseos y esperanzas de millones de peruanos de transformar su injusto país. No resulta aventurado adelantar que, dadas las diversas experiencias en otros países del área, su mandato va a ser bastante agitado y tenso y que encontrará una sólida y beligerante resistencia a los moderados cambios que ha prometido.

Por la unidad latinoamericana

El futuro presidente de Perú se vio obligado a aclarar, en medio de la disputada campaña electoral, que sus proyectos y propuestas se acercaban a las dinámicas de Brasil, Argentina o Uruguay, y no a las de los países del ALBA (compuesto entre otros por Cuba, Venezuela, Bolivia, Ecuador y Nicaragua), gobiernos bastante más radicales en sus transformaciones socio-económicas y posiciones políticas. Más allá de esta certificación, que nos ayuda a situar el triunfo de Ollanta Humala como una era de reformas, y no de revolución en Perú, el recién electo presidente también dejó muy clara su voluntad de apoyar activamente y ser protagonista del proceso de integración latinoamericana, y es precisamente en ese objetivo donde todos estos gobiernos parecen encontrar un claro y renovador punto de entendimiento y cooperación, que sirve al mismo tiempo de escudo protector y defensa activa de sus particulares procesos nacionales, ante la agresividad de sus oligarquías con evidente apoyo de EEUU. Por lo tanto, el nuevo papel de Perú en las dinámicas de integración y cooperación regional resultaría, en ese caso, pieza a sumar al conjunto de gobiernos «progresistas» del hemisferio, y por lo tanto a restar de sus contrarios.

Un complicado juego de ajedrez latinoamericano

Hasta donde llevará su protagonismo el nuevo presidente peruano en el proceso de integración regional, y qué profundidad pueda alcanzar en la aplicación de sus políticas sociales, son temas esenciales que están aun por verse pero, más allá de especulaciones, la victoria de Ollanta Humala resulta en si misma una noticia significativa, un movimiento mayor en el complicado juego de ajedrez que se desarrolla en América Latina, donde muy diversos y contradictorios procesos de reformas y revoluciones están demostrando que el control de los recursos naturales, los programas sociales y una firme voluntad de integración regional, no solo permiten reducir los índices de pobreza y exclusión o pueden elevar significativamente los niveles de vida, educación y salud, sino que, además, repercuten positivamente en un crecimiento económico que mantiene a buena parte de América Latina hasta el momento como la única zona (junto a China y su entorno asiático) fuera del alcance de la crisis internacional.

Estas prácticas económicas, sociales y políticas distintas de la recetas neoliberales que predican EEUU (y sus socios europeos) resultan en sí mismo un ejercicio real de soberanía e independencia latinoamericana, cuestionando la tradicional hegemonía norteamericana en la región y el poder se sus socios tradicionales, las viejas oligarquía trans-nacionales.

Es en este enfrentamiento «mayor» que se extiende hoy por todo el subcontinente, con diversas intensidades y dependiendo de una correlación de fuerzas cambiante e inestable, donde hay que insertar noticias como la victoria de Ollanta Humala, el extraño maridaje entre Venezuela-Colombia en la persecución de revolucionarios colombianos o el regreso a su país del expresidente hondureño Manuel Zelaya, (mediante un complejo acuerdo de concesiones mutuas). Por el momento el juego de posiciones sigue abierto, en este caso Gana Perú y gana Latinoamérica, pero próximamente habrá que sumar nuevas piezas y resultados en este complicado tablero, como pueden ser las elecciones en México (lindo y sangriento), Venezuela, Argentina y los propios Estados Unidos, o la esperada renovación de la dirigencia cubana. Próximas realidades y acontecimientos latinoamericanos a seguir muy de cerca y con detalle.

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