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Un puerto innecesario, un debate obligatorio

El puerto exterior de Pasaia ha sido presentado por sus defensores como el proyecto por antonomasia de Gipuzkoa para la primera mitad del siglo XXI, formulando su argumento sobre la ecuación de regeneración integral de la bahía igual a construcción de la dársena exterior y blindándolo de todo debate y escrutinio público para, según su discurso, evitar que el «tren del progreso» se pare. A su juicio, el desarrollo significa grandes infraestructuras, y la sostenibilidad ambiental y socioeconómica un estorbo, cuando no una cáscara vacía. La prosperidad de Gipuzkoa, dicen, pasa por laminar de cemento los acantilados de Jaizkibel, y las plusvalías urbanísticas de la regeneración de la bahía financiarán la faraónica obra. Así pues, para sus valedores, cuestionar el puerto exterior es un tabú y la burbuja inmobiliaria prevista en la bahía, un talismán. Un proyecto totémico que todos deben venerar y la gallina de los huevos de oro a la que nadie debe incomodar.

Pero olvidan que la ciudadanía de este país es adulta, y tiene un saludable espíritu crítico y sentido de la responsabilidad. Ayer un grupo muy significativo de expertos y profesionales hizo públicas las conclusiones del debate que han desarrollado durante casi un año sobre el proyecto del puerto exterior. Ni en la ecuación básica, ni en los datos y cifras aportados, ni en la actual coyuntura de replanteamiento y recortes de la inversión pública ni en la sostenibilidad medioambiental o la negativa a la participación ciudadana aparecen razones que justifiquen su construcción. Los políticos y grupos de poder que lo defienden se han enrocado en posturas maximalistas y débilmente justificadas que impiden avanzar hacia el proyecto ilusionante y compartido de regenerar la bahía.

Parar el proyecto de puerto exterior es necesario pero no suficiente. Hay que cambiar el modelo de desarrollo que subyace en él, donde cada territorio construye con voracidad su puerto, su aeropuerto, sus museos y edificios emblemáticos sin racionalidad económica, sin una visión de conjunto del país, moderna y de futuro.

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