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La calle, protagonista del cambio en Europa

El saqueo de los bienes colectivos y servicios públicos vitales no conoce descanso. Se trata de un robo a plena luz del día y a cara descubierta, que en nombre de la austeridad está empobreciendo las condiciones de vida de la clases populares e hipotecando la prosperidad de las nuevas generaciones. La codicia de la banca y la corrupción de unos políticos en nómina que lejos de resolver problemas se convierten en un problema en sí, están haciendo hervir la paciencia de la gente. Las plazas Sol y Syntagma, el Parlament de Catalunya sitiado por una multitud, el extraordinario éxito del movimiento popular italiano en los referendos que han dado un golpe, quizá definitivo, a Berlusconi, o las acciones que se preparan en Gran Bretaña, Irlanda, Portugal y en otros puntos son buen ejemplo de ello.

Una implacable campaña de alarma de los medios del stablishment y de sus élites intelectuales quiere situar el debate en términos de orden público, expandir el miedo y el sentimiento de culpabilidad con objeto de limitar la resistencia. Pero la realidad es bien distinta. Una multitud multicolor de edades, ocupaciones e ideologías diferentes reclama la plaza pública a la actividad comercial y la transforma en un espacio real de interacción social. Reclama la política y desacredita ese pensamiento banal de que los temas de la cosa pública son tan técnicos para la gente ordinaria que deben ser dejados a una élite de expertos, a los profesionales de la política. Y exterioriza que el pueblo, el demos, tiene más sentido colectivo que cualquier líder, una creencia constituyente de la clásica ágora ateniense, hasta convertirse en la más genuina práctica democrática de la reciente historia europea.

Las protestas están dando una vuelta completa a la rueda de los esquemas de movilización, representación política, a partidos y sindicatos en su día radicales que hoy se presentan inefectivos, fuera de contacto social y burocráticos. Están obligando a repensar, reinventar y reorganizarse, de abajo a arriba, para transformar la política a mejor. Y preocupar, todavía más, a las élites depredadoras.

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