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Koldo CAMPOS Escritor

La lección mal aprendida

La vaca nos da su leche, la oveja su lana, el árbol su madera... aprendemos de niños en la escuela. Y, sin embargo, nunca he visto a una vaca que se ordeñe y entregue su leche al ganadero, ni a ovejas que se esquilen entre sí para ir luego balando satisfechas a dar su lana a los pastores. ¿Alguien ha visto a un árbol que se tale mientras el leñador descansa?

La gallina nos da sus huevos, las abejas su miel y el río su agua... pero ¿nos lo dan o se lo arrebatamos?

En correspondencia a tanta dádiva animal hacemos a las vacas responsables de la locura humana, con la misma alegría con que acusamos a corderos y cerdos de la fiebre aftosa o porcina, a las aves de contraer la gripe o a los árboles de extender los incendios.

Usar el verbo dar para resumir tantos años de mercado e industria, de explotación y saqueo, ni es correcto ni es creíble.

Parecerá una tontería preocuparse del buen uso que hagamos de los verbos cuando, además, tampoco estoy anticipando mi renuncia a los huevos fritos con jamón o a la chaqueta de lana, pero a lo que sí renuncio es a endulzar la historia con eufemismos porque quien crece en la certeza de ser el centro del universo y no parte del mismo, quien se hace adulto en la creencia de que todo está subordinado a su interés, tarde o temprano acaba pensando que sus semejantes también comparten ese destino y sólo aspiran a gratificar sus necesidades y deseos, y que el planeta es un gran e inagotable supermercado en el que sólo con depositar nuestros mercuriales argumentos nos ganamos el derecho a tener derechos, y no es el caso.