La caverna mediática continúa alarmada por el peligro que corre su «Estado de Derecho». Ayer «La Razón» titulaba en primera que «ETA reactiva la Fundación Henry Dunant para la nueva negociación», y editorializaba mostrando su preocupación.

Y mientras el editorial rechazaba cualquier negociación, César Vidal, en el mismo diario, dedicaba su «faro» a la División 250, es decir, la División Azul, con motivo del aniversario del envío de la misma al frente del Este afirmando que, «Como tantos episodios de la Historia de España, éste ha sido objeto del ennegrecimiento, del blanqueo y del olvido. Para los partidarios de ver bajo la peor luz cualquier cosa que sucediera durante el Régimen de Franco, la División Azul no fue sino un episodio de ayuda del dictador a Hitler (...)». Ahora bien, tampoco admite la versión de que «los divisionarios no tenían nada que ver con el III Reich» ni está de acuerdo con «los que prefieren pasar un tupido velo sobre todo el episodio». Y a continuación nos ofrecía «la verdad histórica», que no es otra que «los voluntarios -lo fueron en su mayoría, pero no totalmente- obedecieron a los motivos más diversos. Había falangistas -como Berlanga- ansiosos de devolver la visita a los soviéticos que habían ayudado al Frente popular durante la guerra civil; republicanos -como Luis Ciges- deseosos de conseguir un salvoconducto para familiares que se habían significado y simples románticos -como Álvaro de la Iglesia- que lo mismo querían encontrarse con una aristócrata del Este de Europa que conocer el zoo de Berlín». A una, cuando se aburre, no se le ocurre alistarse en un ejército invasor.

Según Vidal, «No eran nazis, pero sí sentían una simpatía innegable por un Reich que estaba humillando a naciones democráticas como Francia o Gran Bretaña y golpeando ahora a la URSS», y no ahorra elogios: «la división dio todo lo que pudo y causó la admiración de los oficiales alemanes y del propio Hitler (...). Por lo que se refiere a la Escuadrilla Azul (...) derrochó pundonor, pero su capacidad técnica, a pesar de estar integrada por veteranos de la guerra civil, fue inferior a la de alemanes y soviéticos». Seguro que con un par de tanques más habrían conquistado toda Asia. En fin, no es que fuesen ayudar a Hitler, pero sí sentían «una innegable simpatía» por él. Resulta que «No pocos fueron héroes, no pocos fueron idealistas, no pocos fueron meramente utilizados por ambiciones superiores». Ahora lo entiendo.