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EH Jaietan | Baiona

Después de estas fiestas, ya no nos quedará el emblemático Patxoki

Se están sirviendo las últimas birras en el Patxoki. Tras veinticinco años, el local que fue abierto como base del movimiento libertario-abertzale Patxa cerrará definitivamente sus puertas en agosto. La propietaria de lo que era un garaje lo va a vender a un precio al que no puede optar la asociación que lo gestiona. Atrás quedarán las decenas de actividades, debates, fiestas y conciertos que han marcado una época y también al propio movimiento abertzale.

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Arantxa MANTEROLA | BAIONA

Quien se haya paseado durante los últimos cinco lustros por Baiona Ttipia seguramente ya conoce el Patxoki, en la calle Tonneliers. Es más; es probable que haya tomado un par de potes (o muchos pares) o asisitido a un concierto en el local. Algunos, hasta habrán participado en los múltiples debates, conferencias o asambleas que se han sucedido todos estos años.

Pues bien, quien no lo conozca ya y quiera hacerlo, debe darse prisa porque éstas son las últimas fiestas de Baiona en las que el mítico Patxoki estará abierto.

El contrato de alquiler se extinguió el 14 de julio y no va a renovarse. La propietaria del local tiene, al parecer, un comprador y, dado el precio que baraja, la asociación En Direct que gestiona Patxoki no puede ni plantearse una eventual compra.

Disimulando su pena, el presidente, Jean Fourcade, más conocido como Xano, asegura que el precio es «literalmente prohibitivo. Hace cinco años el local de al lado se vendió a 630 euros el metro cuadrado. Ahora piden 1.900 euros, el triple del precio del mercado».

Un poco carillo para lo que en su día era un simple garaje. En 1987, un grupo de jóvenes que meses antes habían decidido constituirse en un movimiento abertzale libertario decidió convertir en su sede-refugio el local utilizado anteriormente para imprimir Euskadi Info.

Hasta entonces, su lugar de encuentro era la plaza del Trinquete que ellos rebautizaron como plaza Patxa -como su movimiento- y «prohibieron a polis y burgueses». De ahí el nombre del local-bar-gaztetxe.

Toda una institución

La nueva denominación de la plaza, influida seguramente por la dinámica del propio movimiento, fue calando hasta tal punto que hoy casi todos los baionarras la conocen como plaza Patxa. Incluso el propio alcalde, Jean Grenet, en una sesión plenaria, tuvo dificultades para recordar su nombre oficial.

Durante los siguientes siete años, los jóvenes de Patxa sacudieron el panorama socio-político de Baiona. Conciertos; fiestas; actos reivindicativos por los derechos de las mujeres, de los homosexuales; ocupación de viviendas vacías; acciones contra la especulación...

Con su ideario anarco-punk, se opusieron a promotores inmobilizarios, a los traficantes de heroína, a la Policía, al Ejército, al entonces alcalde Henri Grenet (padre del actual)... En su línea transgresora, se enfrentaron, incluso, a los veteranos del movimiento abertzale.

Controversias aparte, es de ley reconocer que también fueron precursores de iniciativas muy constructivas en las que se implicaban actuando directamente. Por ejemplo, en los años 90, durante las fiestas era en el Patxoki donde se organizaba la prevención y lucha contra las violaciones. Una campaña de agitación a través de carteles con el lema «Víctima, testigo, ¡reacciona!» se completaba con grupos de voluntarios que acompañaban a mujeres solas hasta llegar a sus vehículos o casas. Otras campañas se centraban en el consumo de heroína. Los jóvenes de Patxa llegaron hasta a perseguir a los traficantes en las calles de Baiona Ttipia.

Anti-todo comprometidos

Los «anti-todo», como se les consideraba en muchos sectores, fueron demostrando que no sólo se dedicaban a conciertos y a fiestas.

Se implicaron activamente en diversas iniciativas como la del colectivo Oroit eta Sala que investigó la implicación francesa en los atentados de los GAL o en la organización, cuando llegaba el verano, de soirées de información sobre las luchas en Euskal Herria a las que invitaban a los turistas.

Con los años el grupo fue desgajándose, en particular, por desaveniencias ideológicas internas, pero Patxoki sobrevivió evolucionando a otras dinámicas más abiertas al barrio. Algunos de los militantes de entonces reconocen que el ambiente de los años 80 y 90 ya no es el mismo y que la actividad se ha ido centrando en dar vida al entorno de la plaza Patxa en colaboración con otras asociaciones del barrio.

Eso sí, no ha perdido sus principales señas de identidad. La asociación está abierta a trabajar con todas ellas, aunque no sean políticas o abertzales, «a condición de ser respetuosos con la cultura vasca y con las luchas sectoriales de izquierda y feministas».

La irreverencia de aquellos jóvenes que ligaban lucha y fiesta fue desapareciendo, pero es evidente que su aportación marcó toda una época del movimiento abertzale, al que también hizo evolucionar respecto a temáticas y luchas que apenas contemplaban hasta entonces.

Su historia ha quedado plasmada en el libro «Besta bai, borroka ere bai!» que el pasado otoño publicó Eneko Bidegain.

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