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El acoso a la izquierda independentista no frena las iniciativas en clave de país

Comenzaba la semana con el acto que anualmente se celebra en Loiola al que acuden diversas autoridades, pero que este año ofrecía a numerosos medios de comunicación españoles una oportunidad de llegar hasta el morbo, que no desaprovecharon, por la presencia del nuevo diputado general de Gipuzkoa, Martin Garitano. Las palabras y los gestos de éste sirvieron a ciertos partidos y gran parte de la prensa española para intensificar el acoso a la izquierda soberanista.

La polémica, artificialmente creada y decidida de antemano, estuvo motivada por algo que comparte la mayoría de guipuzcoanos y además resulta comprensible y respetable a los ojos de la mayoría de vascos, coincidan o no con la opción política que representa Garitano, como es mostrar la solidaridad a los familiares de los presos políticos y hacer suyas reivindicaciones tan elementales como el fin de una política penitenciaria sustentada en la venganza. En efecto, no se puede entender de otro modo el hecho de prorrogar la estancia en prisión de quienes legalmente han cumplido la pena impuesta por los tribunales o denegar la libertad a presos y presas que padecen graves enfermedades. Venganza y ensañamiento también con sus familiares y allegados, que han de soportar, además del sufrimiento de sus seres queridos, el propio, la imposición de vivir expuestos cada fin de semana al peligro de la carretera, que a veces, demasiadas veces, se transforma en accidente de tráfico. Ése es el caso reciente de la parlamentaria navarra de Bildu Bakartxo Ruiz, la misma que cuando se presentó en las listas de la coalición apareció en las portadas de numerosos medios que destacaban su condición de hermana de un preso político vasco, si bien el accidente sufrido por la parlamentaria, precisamente por ser hermana de un preso al que mantienen alejado a cientos de kilómetros de su familia, no ha merecido una sola línea de esos medios, y tampoco el más mínimo pronunciamiento de las fuerzas políticas del Parlamento de Iruñea, tan propensos a la denuncia en otras ocasiones. Tampoco las amenazas al alcalde de Lasarte y recientemente a la alcaldesa de Andoain han sido suficiente motivo para la denuncia de quienes en otros casos no ahorran condenas y exigencias de condena.

La presión a la izquierda abertzale y a las fuerzas que comparten con ella estrategia de cara a la consecución del respeto de los derechos de este pueblo, así como a las muestras de solidaridad y denuncia de la represión, lejos de remitir, se han acentuado. La polémica creada en torno a la presencia de políticos de Bildu y familiares de presos políticos en la balconada de la Plaza de la Virgen Blanca con motivo del comienzo de las fiestas de Gasteiz, las prohibiciones e impedimentos a los actos en favor de los derechos de los presos políticos vascos que todos los años tienen lugar en el marco de las fiestas de la capital alavesa y el sospechoso asalto a la sede de Etxerat en Gasteiz son algunas muestras de ese acoso que se manifiesta de diferentes formas.

Sin embargo, se avanza en clave de país

Ese acoso a la izquierda independentista contrasta con el contexto en que se produce y con los pasos que ésta ha dado y sigue dando en su apuesta por un campo de juego político plenamente democrático. Una apuesta cuyo último movimiento ha sido la propuesta de alianza abertzale de cara a las próximas elecciones estatales para concurrir a ellas en clave de país. A la espera de la respuesta de Aralar y con el rechazo del PNV a esa oferta de la izquierda abertzale, EA y Alternatiba, cada vez está más claro el panorama político vasco en el que va tomando cuerpo un proyecto de nación abierto a todos y que a su vez está aportando las condiciones necesarias para avanzar en un proceso de paz que sitúe este país en un escenario de confrontación política en igualdad de condiciones. Un escenario en el que, como afirmó el ex ministro de Interior español y candidato del PSOE a la presidencia del Gobierno, a los independentistas habrán de derrotarlos en las urnas, pero si eso no ocurre, su proyecto de nación debería contar con los cauces que cualquier otra opción tiene, algo que es evidente que no ocurre. De ahí la importancia de una representación amplia que deje claro en Madrid que los ciudadanos de este país quieren decidir su futuro; una representación con capacidad de hacerse oír en un contexto de crisis en el que los ciudadanos ven disminuir sus derechos sociales y laborales gracias a la sumisión y la colaboración de la clase política española; una representación capaz también de encauzar y afianzar el proceso de paz.

La sociedad vasca asiste a un momento de incertidumbre que se ha ido transformando en ilusión, y ve cada vez más claro quién se ha movido, quién ha dado y sigue dando pasos en pos de la deseada y necesaria normalización política, y quién trata de evitarla desesperadamente con cada vez menos argumentos. Un momento en el que los independentistas y soberanistas, las gentes de izquierda tienen ante sí las diferentes opciones que a partir del 20-N acudirán a Madrid, y la oportunidad de hacer realidad una alternativa que cuenta con un proyecto de nación. Una voz que no deje dudas acerca del deseo de los vascos de decidir su futuro político, económico y social.

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