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Bermutean... PACO BUENO Y MARIAJE ARANBURU

«Ahora atendemos a los bisnietos de los primeros clientes»

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Oihane LARRETXEA | DONOSTIA

Las agujas del reloj aún no han marcado las once de la mañana pero en el bar Paco Bueno hace un rato que se siente el trasiego de la gente. Este clásico donostiarra, de los que apenas quedan, está siempre abarrotado de gente, sea un martes de agosto, o sea un sábado de noviembre. «Los de casa» nunca fallan. Asier y Xanti atienden en la barra a los parroquianos, mientras Mariaje Aranburu y Paco Bueno repasan para nosotros la historia del bar que regentan, a la vez que pelan cientos de gambas sin apenas prestarles atención con la mirada. Lo hacen de manera automática y sin titubeos. Y no es de extrañar. «Mi padre, Paco Bueno -cuenta Bueno hijo-, lo abrió en 1950, tras retirarse del boxeo profesional, cuando yo apenas tenía ocho años». Entonces era un niño que sal-seaba en el bar, y hoy, sesenta años después, atiende tras la barra a los bisnietos de aquellos primeros clientes.

El relevo generacional refleja el tipo de clientela con el que cuenta el bar, una clientela «maravillosa» y que hay que mimar porque, según opina Mariaje, son los que hacen que el negocio funcione: «El cliente de un sólo día no vale», dice. El relevo generacional no obstante, se da a ambos lados de la barra porque Gorka, uno de los hijos del matrimonio, ha optado por seguir con la tradición.

Sus pintxos se caracterizan por la sencillez, donde destacan las tortillas variadas y los fritos: empanadillas, calamares, pimientos rellenos o gambas a la gabardina. «El pintxo estrella sin duda», afirman ambos al unísono. «Es incalculable cuantas podemos hacer un sábado, pero pueden ser cientos y cientos, hasta que se agota la masa». Al igual que las gambas, todo lo preparan al momento, aunque esto provoque que más de un impaciente se queme al hincarle el diente al frito. «Y mira que les avisamos, pero no hay manera», dice Aranburu.

En Aste Nagusia amplían su horario hasta las 22.45 -siempre cierran a las 22.00-, para que los clientes cenen antes de los fuegos. Entonces, mientras los donostiarras miran al cielo, ellos aprovechan para recoger rápidamente y regresar a casa a descansar porque las fiestas son muy largas. «De hecho, es la única semana del año que no hacemos descanso semanal», detallan.

A pesar del cansancio, Bueno se ríe al ser preguntado por la jubilación que otros tanto ansían. «No viene tantas horas como antes, pero si le quitas el bar, le quitas todo», contesta Mariaje, aprovechando que Paco se ha ido a por la cuarta caja de gambas.

 

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