El recorrido elegido, de Gasteiz a Bilbo, resultaba simbólico por ser similar al que realizará el próximo fin de semana la Vuelta ciclista a España. Las decenas de personas que realizaron ayer el trayecto y quienes se les sumaron en los pueblos quisieron denunciar que tras ese evento deportivo, promovido desde Madrid y Gasteiz, existe una clara motivación política. También buscaron reivindicar que, en vez de fastos deportivos importados, lo que necesita el ciclismo en Euskal Herria es apoyo institucional desde la base. No en vano, a cuenta de la dichosa Vuelta, los primeros paganos del recorte en el apoyo institucional han sido Euskal Bizikleta, la subida a Urkiola y otras carreras de aficionados.

Entre los participantes de ayer había de todo. En general, quienes hicieron la etapa completa son aficionados que están habituados a este tipo de esfuerzos. Pero en los pueblos por los que pasó la marcha, niños, jóvenes y mayores se sumaron con sus bicis o simplemente salieron a apoyarles. No faltaron incluso antiguos profesionales, como Jesús Aranzabal, que en su momento corrió en equipos como Fagor o Bic, y que se sumó a la marcha a su paso por Bergara.

En los pueblos les recibieron con txalaparta, cohetes y música, mientras el testigo que contenía el mensaje del bertsolari Amets Arzallus pasaba de mano en mano.

La lluvia castigó a los participantes, pero no logró aguar la fiesta. Al final de la jornada, en Bilbo, Martxel Toledo valoró la iniciativa como «muy positiva» y destacó el buen ambiente.