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La travesía del desierto del arte

«Los pasos dobles»

Mikel INSAUSTI

Isaki Lacuesta puso un techo muy alto con “La leyenda del tiempo”, donde mostró una inventiva que ya no es capaz de retener en sus posteriores documentales creativos y, menos aún, a través de una ficción que se pretende libre de ataduras genéricas.
En “Los pasos dobles” se deja llevar por el sentido primitivo de la aventura africana, oscilando entre el humor ingenuo de “Los dioses deben estar locos” y la fabulación de mitos antropológicos a la manera de Passolini en “Las mil y una noches”. También hay un tímido amago de afro-western, que en la travesía del desierto recuerda a Jodorowsky y “El topo”. La secuencia más inspirada es la del baobab, el característico árbol africano al que se encarama el François Augiéras negro, y que posee ciertos ecos buñuelianos de “Simón del desierto”. Y la aparición de los albinos remite al cine fantástico de serie B.
 
Son pasajes que, por separado, tienen su encanto, pero sin encontrar nunca una conexión o línea narrativa dentro de un conjunto disperso. El mayor lastre en este errático viaje es la mochila arty que el cineasta catalán se cuelga encima, seguramente para aprovechar su colaboración con Miquel Barceló en el documental “El cuaderno de barro”. No hace más que desviarle del camino para perderse definitivamente, sin que la presencia del pintor la justifique la repartición del papel de François Augiéras entre varios, algo que ya hizo Todd Haynes en “I’m Not There” a propósito del multifacético Bob Dylan. No dudo que Augiéras fuera también un ser misterioso y camaleónico, pero la película no me ayuda a imaginármelo.
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