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Nicolás Xamardo González | Profesor de la UPV/EHU

La crónica de Pello

El autor aborda el activismo mediático que observa en el ex rector de la UPV-EHU, Pello Salaburu. Tras acusarlo de resentido y revanchista, de «cronista de la versión oficial», analiza su papel en seguir la consigna marcada, entre otros, por Rubalcaba de «ganar a ETA la batalla del relato». Dice que en el fondo de sus enrabietadas críticas a Bildu subyace que «aquel que ha cedido no soporta que otro resista» y resalta que, si realmente Bildu ha cedido, como dice Salaburu, en vez de descalificar debería alegrarse. Finalmente, incide en el hecho de que el rector más censor y represor de la historia pida autocríticas a los demás y no se la aplique a uno mismo.

Ultimamente venimos observando el activismo mediático del antiguo rector de la UPV, Pello Salaburu. En sus reflexiones sobre la historia inmediata de Euskal Herria, percibimos una mezcla de resentimiento y revanchismo. Parece que el éxito de Bildu le ha molestado tanto que busca amargar la ilusión general creada en el País Vasco. Sus relatos más parecen un ajuste de cuentas con su pasado que un intento de colaborar en una resolución justa al contencioso. Y es que lo reprimido siempre vuelve y, al igual que los fantasmas, impregna sus relatos (su antiguo marxismo-leninismo, las ikastolas, las injusticias históricas cometidas por el Estado español contra Euskal Herria, las torturas, la guerra sucia, el GAL, la represión en la UPV...).

Movido por esa curiosidad, y puesto que de reflexiones sobre la historia inmediata de este país se trata, además de sobre el propio relato, quisiera apuntar algunas cuestiones para situar el momento y el autor, el cuándo y el quién de la crónica. Me ocuparé de la publicada en el «Diario Vasco» («Cualquier día pondrás la bandera ahí arriba», 30/08/2011).

Aquellos que conocemos al antiguo rector de la UPV, por haberlo sufrido, pensamos que, como decía La Rochefoucauld, «Nunca reposa fuera de sí ni se entretiene en cuestiones ajenas más que como las abejas en las flores, para sacar lo suyo». En consecuencia, sé que el momento de la intervención no es casual más que en apariencia; es decir, Pello, haciendo honor a la tipología subjetiva que le caracteriza, vuelve a estar, como siempre, en el lugar y en el momento oportunos. Y es que, en esta fase, el Estado español ha dado la consigna de que «Hay que ganar a ETA la batalla del relato» (en palabras de I. Gabilondo y A.P. Rubalcaba). Así empieza la actividad febril, de este neocronista del Reino de España.

Hay que decir también, en honor a la verdad, que algo han avanzado las cosas en el continente de la Historia: en 1512, la crónica de la conquista de lo que quedaba del antiguo Reino de Navarra por los ejércitos de los reyes llamados católicos la realizó Luis Correa. Ahora, la joven democracia española cuenta, entre otros, con un cronista autóctono y además cualificado en la lengua del conquistado. De los recuerdos de infancia, hay una imagen imborrable que me produce una profunda tristeza cada vez que la rememoro, la figura del indio que pone su saber al servicio del ejército yanqui.

En relación al estilo, pretendidamente irónico, convendría decirle al ex rector de la UPV-EHU que la ironía se debe emplear contra el poder cuando sea necesario y, si no, no es más que una figura desviada que, en vez de valor, denota cobardía en quien la emplea. Y es que, protegido por el poder, ¡qué fácil es insultar al supuestamente débil!

Con respecto al meollo del artículo, al margen de la anécdota que da nombre al titular, los que tenemos memoria tampoco olvidamos, más allá de chascarrillos, que Fernando Buesa, de acuerdo con su ideología política, planteó la integración de las ikastolas en la red estatal no para beneficiar a estas, nacidas de la iniciativa popular, sino para hacerlas desaparecer como proyecto propio y diferenciado (en un momento del proceso dijo: «Ya no hay más que dos redes: la pública y la privada»); pero, por fortuna, sin conseguirlo como él pretendía, a pesar de la ayuda que algunos como tú, Salaburu, le brindaron. Algo se le había escapado... de la red.

En relación al repentino supuesto amor que profesaría Bildu a la rojigualda sólo cabe decir que, de ser cierto como afirmas, deberías estar contento (y no enrabietado), como otros muchos, de que, al fin, coincidan contigo en ese amor por la enseña española.

Pero es que, en el fondo, la cuestión que te mueve y mueve tu relato no es otra que la cesión, la consecuencia, como tú la llamas (aquel que ha cedido no soporta que otro resista, y necesita que todo el mundo quiebre para justificar la suya). Y siempre se cede, como decía Lacan, por el servicio de bienes (como has venido haciendo a lo largo de toda tu vida) y ahora, el servicio de bienes se llama versión oficial (lo que los pacifistas como tú llaman «Batalla por el relato»), y para la que te has ofrecido como cronista, como escriba.

Sin embargo, en verdad, tú mejor que nadie sabe que esto es así, como también lo saben aquellos a quienes sirves, aunque no te lo digan directamente. Y es que te delatas, sin remedio, en lo impetuoso de tus deseos, por más que quieras ocultar tus propósitos, por más que quieras ser irónico en tu estilo, por más que tus artimañas pretendan parecer originales.

Es más, insisto, si es verdad que la izquierda abertzale ha cedido, como tú afirmas, deberías celebrarlo, ya que tampoco en eso habrían sido consecuentes y te habrían dado la razón...

Pero, por las descalificaciones que les diriges, parece que no es así. Asimismo, también sabes o deberías saber (por más que con tus provocaciones halagues las orejas de una clientela afín), cuál es la tragedia del inconsecuente: la simple existencia de alguien consecuente, le recuerda que, ante las infinitas razones para ceder, una sola basta para resistir y sostener que mantenerse fiel a los principios es posible (el no completamente de S. Beckett, lo formula).

Tampoco pareces percatarte de que más que dar tu opinión, además de faltón, adoptas maneras de acusica. Seguramente esos 500 años de conquista han dejado en ti la quintaesencia del imaginario inquisitorial español. En qué clave interpretar, si no, ese tendrán que dar marcha atrás también en esto... Y yo que pensaba que el arrepentimiento, para ser válido, debe ser voluntario, según reza la doctrina de la Santa Madre Iglesia, como nos decían cuando éramos niños.

Sin embargo, parece que el arrepentimiento, el acto de contrición, que tu pides a la izquierda abertzale más se asemeja a un auto de fe en toda línea. Y aquí también recordarte, al hilo de tus acusaciones contra Bildu, algo que no deberías olvidar, en la línea de lo que relata G. Arciniegas, a propósito de las palabras pronunciadas por un cacique indio poco antes de sucumbir al tormento de los españoles: «Con mi cuerpo podéis hacer lo que queráis, pero en mi espíritu mando yo».

En fin, no parece ser muy consecuente que pidas autocrítica a los demás, cuando has sido, sin lugar a dudas, el rector más represor y censor de toda la historia de la UPV (llamando a la policía una y otra vez para que entrara en la Universidad a machacar a quienes disentían, presionando a los directores de medios de comunicación para que despidiesen de la sección de opinión a profesores críticos con tu gestión, censurando a la revista «7Baietz», dando manotazos a pancartas, etc. etc.) y jamás has manifestado el menor arrepentimiento público por ello.

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