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ASTEKO ELKARRIZKETA | Eneko Olasagasti, la vocacion de contar historias

«Decimos que nos preocupa la cultura vasca pero no lo demostramos»

Nombre clave de la producción televisiva y cinematográfica vasca. Desde la literatura hasta el remate ejecutivo, conoce todas las facetas de la ficción: escritor, actor, guionista, director de cine, televisión y teatro, productor... Junto a Carlos Zabala, ha firmado algunas de las obras más laureadas de la pequeña y la gran pantalla en euskara y castellano. Pionero en los géneros de la comedia de situación, de humor político o de época. Pertenece a la generación que tuvo que comenzar de cero en un medio que nacía sin referentes en este país. Todavía no ha cerrado el ciclo; por ello sigue mirando adelante. Creando.

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Fermin MUNARRIZ

Ficción y realidad parecen terrenos antagónicos. Sin embargo, ¿la ficción es, tal vez, otra manera de contar la realidad?

La realidad tiene mucho de ficción; en definitiva, todo son convenciones. Necesitamos crear un código de entendimiento, que se haga verosímil para que nos lo creamos. La ficción es exactamente lo mismo: crear códigos, convenciones, en las que creador y espectador se ponen de acuerdo para pensar que eso es así. ¿Por qué el ser humano tiene la capacidad de emocionarse? Por la ficción. Creo que tiene que ver también con el rito, con la necesidad de reflejarnos para entendernos.

Cuando crearon «Bi eta bat» [con Carlos Zabala, en 1990] no se hacían programas de ese tipo en la televisión; es la primera comedia de situación, incluso, del Estado español. En algo somos pioneros los vascos...

[Risas] Sí, hemos sido pioneros en algo. En la comedia de situación fuimos los primeros; también en series policiacas con «Ertzainak», en comedia con fondo de humor político con «Jaun eta jabe»... Era además una época en que no era fácil hacer eso.

Creo que en aquella época les tenían cierto temor en ETB porque iban más lejos de lo que se acostumbraba... ¿Hoy les admitirían aquel estilo que entonces abrió camino?

Sinceramente, creo que no. La televisión se ha vuelto mucho más conservadora en los contenidos, se dedica más a copiar los formatos que funcionan, cuando lo que tienen que hacer televisiones como ETB es arriesgar. Seguramente Tele 5 no puede arriesgar, pero ETB sí, porque es una televisión pequeña y se lo puede permitir.

Y como siempre, depende también del talante de las personas. En aquella época estaba Mikel Lejarza [entonces director de Programación de ETB], un hombre no sospechoso de nada políticamente, y fue él quien permitió que «Jaun eta jabe» se hiciera. Hoy dirían que es una aberración. De hecho, intentamos hacer una versión para España, «Moncloa», con otra hipótesis, pero no fue posible...

¿Quizás se decían con humor cosas que ahora no se dicen?

Igual «Vaya semanita» ha cogido esa parte de humor... Creo que aquello fue una de las cosas que reafirman que la sociedad vasca es bastante más plural de lo que siempre se ha pensado. Era posible hacerlo riéndonos de nosotros mismos, porque allá se repartía para todo el mundo. Esa es la clave, porque si te ríes siempre del mismo...

Parece que los vascos no somos tan difíciles... ¿Hay sentido del humor y encaje en este país?

Sí existe humor. Cada pueblo lo tiene; si no, sería imposible vivir. Uno necesita tener los elementos químicos que le compensen. Lo mismo que hace falta una dosis de mala leche para reaccionar ante determinadas cosas, hace falta sentido del humor para darle la vuelta a otras. No somos distintos a nadie.

¿El humor nos ha servido como válvula para rebajar la presión en una sociedad tensa?

Sí, pero no lo hemos terminado de usar del todo. Es un arma bastante más potente, que podíamos haber usado en aquella época. Además, como el humor siempre está ligado a lo ligero y a lo comercial, se da una dicotomía difícil. Cuando se hace un humor serio, parece que entra en un terreno que no está permitido. De hecho, la tendencia del humor es más a la sal gorda que a la sal fina.

¿El euskara ha sido una puerta para colar proyectos que de otra manera no habrían pasado el visto bueno de los políticos?

Creo que sí. El hecho de ser en euskara y tener acceso a un público más limitado nos ha permitido tener más manga ancha.

Vivimos en la época de recortes de gastos. ¿Cómo repercute eso en la creatividad y en la cultura de un país?

Siempre es más difícil sacar proyectos adelante porque la financiación se ha convertido en un elemento básico de la producción cultural. Son momentos muy difíciles porque no se invierte realmente en ello.

Sin embargo, por otra parte, las situaciones críticas hacen agudizar el ingenio. Si no puedes hacerlo con diez vas a intentar hacerlo con seis porque lo que quieres es hacerlo; y hay mucha gente que quiere hacerlo, que quiere que éste sea su oficio. También digo que, cuando los tiempos son difíciles, los de este mundo somos de los más preparados para sobrevivir porque estamos acostumbrados a vivir en la inestabilidad, nunca hemos tenido un oficio con continuidad ni un sueldo mensual... Eso no quiere decir que vayamos a sobrevivir a la crisis.

¿Le han dicho a usted muchas veces «no» a un proyecto?

Sí, muchas...

¿Y cómo se reacciona?

Depende de la energía, de cómo seas... En mi caso hay un rato que lo paso muy mal, muy mal. Si has dedicado a un proyecto de cine, por ejemplo, dos o tres años de tu vida -no exclusivamente, porque tienes que hacer otras cosas- y de repente te encuentras con un «no» -y muchas veces no sabes ni por qué-, pues sí, jode, pero tienes que tirar para adelante y buscas otro agarradero, otra motivación...

¿De qué manera nos condiciona en la producción cultural y artística ser un pueblo pequeño con un idioma minorizado?

Volvemos al tema de la financiación. Cuando no tienes mercado que lo pueda sostener, necesitas ayudas. Cuando la administración entra, siempre quiere gestionar o participar de alguna forma. Esos elementos condicionan la producción cultural. O contentas a un público con algo comercial que te permita prescindir de las administraciones o dependes de las ayudas públicas. Además, el entramado de las ayudas se ha complicado.

Hablamos de tres ámbitos: los creadores, los consumidores que disfrutan de la cultura y las administraciones. ¿Cuál es el lado más débil del triángulo?

La parte creativa es la más débil. El consumidor siempre tendrá acceso a otras cosas, a un producto distinto o a un sucedáneo. Las instituciones no tienen problema porque siguen ahí. Por lo tanto, el más débil es el creador, que está continuamente pendiente de elementos ajenos y de su capacidad creativa, que no es siempre la misma. Este es un oficio irregular; nunca sabes cuándo vas a hacer algo que funciona. Eres el eslabón más débil económica y también emocionalmente.

¿Además de la calidad e interés, el éxito de las producciones en euskara debe algo también a la militancia por el idioma?

No creo... La militancia funciona en el Kilometroak o ese tipo de acontecimientos. Yo suelo decir que los vascos nos movemos de cien en cien o de diez mil en diez mil. No tenemos término medio. Y al teatro van cien.

Recuerdo que el día que estrené la obra de teatro «Metxa» para la Korrika era el fin de semana de la manifestación por el cierre de «Egunkaria». Aquel sábado había en Donostia cien mil personas, supuestamente euskaldunes. La función del teatro era a la hora en que terminaba. Fueron ciento cincuenta...

Respondemos cuando nos dan una hostia en la cara. En cuanto al consumo cultural, la gente va porque le gusta. O va cuando hay un espectáculo en el que siente necesidad de ser partícipe; es decir, «yo también lo he visto». Eso, con nuestra producción cultural, ocurre muy pocas veces.

Creo que debería ser la clave, además, para enganchar a la gente y para atraer al público castellanoparlante a nuestras producciones; es decir, hacer «algo que hay que ver». Pero seguramente nos dedicamos a hacer productos para los que ya nos ven. Es un poco como los mítines, que se hacen para los ya convencidos.

¿Qué se necesitaría para estimular la producción teatral y audiovisual en Euskal Herria?

Durante mucho tiempo se han hecho infraestructuras; tenemos unas infraestructuras de la leche. Lo que hay que trabajar es la cantera, como en el fútbol. Si no, nunca vamos a tener jugadores. En el terreno cultural, el trabajo que hay que hacer es el mismo: en la educación potenciar la creatividad desde pequeños, crear un semillero.

Estamos rodeados de lo audiovisual por todas partes. Al igual que tenemos control sobre las palabras, deberíamos tener control sobre el lenguaje de las imágenes. Deberíamos crear esos semilleros. No saldrán todos creadores, pero se habrá educado a un público en ese lenguaje. Si le has enseñado a escribir, sabrá leer en imágenes y tendrá una visión crítica de lo que ve.

Y también hay que intervenir desde las instituciones públicas en la exhibición, porque si queda sólo en manos del mercado, ya sabemos lo que pasa.

¿Está hablando prácticamente de protección?

A la gente no le gusta mucho la palabra, pero sí, es proteger; los franceses protegen el lenguaje audiovisual porque lo sienten como patrimonio cultural. Esa es la conciencia que tendríamos que crear.

Tenemos Euskadi plagada de salas de cultura, ¿pero luego qué haces ahí dentro? Porque salas se pueden comprar en el mercado, eso lo hace cualquiera, pero ¿quién crea lo que luego se va a poner ahí? Eso es lo que nos hace distintos; la historia que podamos contar, nuestra historia, la del vecino, es lo que puede ser atractivo para los espectadores.

Creo que ahí también, como creadores, tenemos que hacer una crítica y decir para quién hemos estado creando. ¿Nos hemos preocupado realmente de lo que le interesa a la gente o hemos estado cada uno en su chiringuito intentando salvarlo y sacarlo adelante?

De acuerdo, le hago yo esas mismas preguntas: ¿Se han preocupado en contar esas historias que interesan a la gente?

Creo que no mucho. Si no, ¿por qué ocurre el éxito de cosas como «Kutsidazu bidea Ixabel»? Porque de repente tocas con algo que la gente lo siente muy cercano y se engancha. Creo que hemos vivido un poco mirándonos a nuestro propio ombligo: lo que nos gustaría hacer, lo que nos gustaría crear... También hay que hacerlo. Pero, ¿cómo buscas el equilibrio? Creo que es necesario reflexionar sobre esto y sin condicionar la calidad.

¿Se puede estimular la creatividad?

Sí, es como hacer ejercicio. A quien le gusta el deporte, si no practica no está en forma. Con la creatividad es lo mismo. Una de las claves es hacer continuamente cosas, es una forma de tener el cerebro más despierto.

¿Es una manera de invertir en un país?

Sí, totalmente, además es lo que nos hace distintos. Por lo tanto, ¿dónde tenemos que invertir? En lo que nos hace distintos. Esta cámara que nos está grabando ahora es igual aquí que en Sebastopol; hay que buscar lo que nos hace distintos; y ahora, además, que los políticos han hecho suyo ese discurso y que Donostia tiene el tema de la capitalidad, pues más...

¿Les consultan a ustedes los políticos?

Sí, de vez en cuando sí.

Muchos creadores se van fuera en busca de oportunidades que aquí no encuentran. ¿Pérdida de cerebros?

No lo sé... Depende de lo que quieras, de lo que aspires en tu oficio. Si realmente quieres ser un cineasta con mucha proyección, te irás a Madrid y acabarás rodando en inglés. ¿Eso es una fuga de cerebros? Pues no lo sé, porque es un deseo...

¿Ha tenido la tentación de emigrar en busca de otros mercados?

No, porque nuestro oficio de contar historias está ligado al lugar. Mi objetivo es contar mi sociedad, mi mundo. Son las claves que controlo. Mi opción es quedarme aquí, y más si quiero trabajar desde el euskara.

También se da la circunstancia de que hemos tenido que crear desde cero un montón de cosas. En otros sitios tenían su tradición de cómicos, de directores, de escritores, tenían en quién mirarse, a quién amar y a quién odiar; aquí hemos tenido que crear desde el año 80 hasta hoy todo ese mundo, y todavía está por cerrarse. Hasta que mi generación no cumpla los 70 años -es decir, que a un actor le hayamos visto envejecer-, hasta que no se cumplan los ciclos, no habremos conseguido completar una primera fase. Cuando hay tanto por hacer, creo que tenemos creativamente un terreno muy amplio para hacer cosas y trabajar géneros, tanto en televisión como en cine o teatro.

¿Tiene espacio hoy la ficción en la televisión pública vasca?

Nos han quitado de en medio directamente. No sé si por ignorancia, por mala fe, por influencia de la crisis, por un orden de prioridades equivocado o por lo que debe ofrecer un medio de comunicación del país... Un medio -y más si es público- debe contar nuestras historias. Los expertos en televisión dicen continuamente que lo que identifica a las cadenas es la ficción. Al fin y al cabo, los concursos, el magazine, el deporte son los mismos; lo que diferencia es la ficción.

Al margen de la crisis, los perfiles que han entrado a dirigir ETB han llevado a que no haya ningún interés en la ficción. Tenemos una sede impresionante y se vuelven a hacer contratas de personal, pero luego buena parte del presupuesto se lo lleva eso. Y del recorte de diez millones de euros que hacen, nueve es en la ficción, en contratos con productoras externas que producen ficción, y uno en doblaje. Si cortas de ahí, directamente te lo cargas. Es lo más fácil porque no hay ninguna protección, es un trabajo discontinuo, eventual... Ha desaparecido la ficción y ha habido pocas protestas. ¿Quién ha dicho algo?

Parece que los vascos emigramos hacia cadenas españolas y francesas. ¿Qué nos pasa?

La cadena más vista es Tele 5 y todos sabemos cuáles son los contenidos. También pretendemos dar una imagen y luego hacemos otra cosa. Es la famosa frase de «yo veo documentales». Somos un poco hipócritas y vamos directamente a por unos contenidos porque son televisión, están bien hechos y enganchan. Luego se podrá estar de acuerdo en los contenidos o no, pero la tele está bien hecha y la gente se engancha a eso. Nosotros no hacemos buena tele. En ETB no se hace buena tele, con lo cual la gente no se engancha.

Dejamos languidecer nuestra producción cultural. ¿Tal vez los vascos no apreciamos tanto nuestra cultura como pretendemos hacer creer?

Puede ser. No me atrevería a decirlo muy tajantemente, pero creo que sí. O pretendemos que sí pero luego es no. Es como el católico que no va a misa. Digo que soy pero luego no practico. Decimos que nos preocupa la cultura vasca pero luego no lo demostramos. El público es libre de elegir.

Y si alguien destaca, no perdonamos el éxito...

Aquí no nos gusta que la gente destaque. Si alguien no sobresale mucho, bien, pero en el momento en que destaca, se le corta la cabeza. No sé el porqué; no sé si tiene que ver con el famoso igualitarismo que nos han metido en la cabeza o con que el que destaca tiene también una responsabilidad. Aquí tampoco ha habido mucho terreno cultural para destacar y no existía la costumbre de crear mitos. Igual es que no nos gusta mitificar...

La colectividad sobre la individualidad...

Sí. Creo que pasa también en la política, en el deporte... Todo el que hace algo se expone a las críticas de todo el mundo.

En alguna ocasión le he oído decir que la cultura vasca está todavía anclada en el planeta Guttemberg... ¿Por qué la vertiente audiovisual lleva retraso sobre la impresa?

Porque ha llegado tarde. Aquí la pretensión cultural siempre ha estado ligada a la elite. No ha habido un concepto de cultura popular hasta finales del siglo XX. La cultura popular era desdeñada -los bertsolaris, la música popular, etc.-. Y todo lo cultural se ha ligado al lenguaje escrito. Además la elite política de este país, la derecha nacionalista, en su momento no tuvo otro interés que tener la televisión por el control informativo. La obsesión por lo cultural pasaba siempre por lo escrito.

Cuando hemos tenido la tecnología nos hemos dado cuenta de que la podíamos utilizar. Tanto cine como teatro o televisión entraban dentro de la cultura popular y parecía que no era arte, salvo que fuera Montxo Armendariz. Por eso creo que, en el fondo, lo tenemos fácil porque procedemos de una cultura oral, y la cultura audiovisual es una cultura oral y visual. En ese sentido, tenemos la oportunidad de reengancharnos.

Pionero en diversos campos: comedias de situación, serie policiaca, humor político, se- rie de época, coproducciones extranjeras... Visto su currícu-lo, espero que nos desvele ha-cia dónde vamos en el futuro. Sospecho que va a estar usted ahí...

Ahora me mueven mucho los documentales, que también tienen su parte de ficción. Creo que es otra forma de acercarse a la realidad, que también necesitamos. Igual que tenemos muchas historias por contar, tenemos muchos documentales por hacer. Tenemos que contar muchas cosas de las que nos han pasado; creo que hay un terreno interesante para trabajar.

Y está claro que en el futuro vamos a crear historias para internet, para los móviles... Se están creando soportes, portales, páginas web que nos permiten comunicarnos en euskara.

El consumo se va a diversificar porque los jóvenes tienen otras pautas de comportamiento, pero creo que el consumo tradicional no va a desaparecer. La televisión, el cine o el teatro, de alguna forma, se van a tener que reinventar un poquito porque la oferta va a ser mucho más amplia que la actual; creo que el panorama que nos espera es de atomización absoluta, y va a ser más importante saber moverse en busca de la información, porque va a estar ahí. Va a ser necesario saber cómo te mueves, cómo la buscas, cómo accedes a ella.

Por otra parte, el gran reto que tenemos es crear un tejido que posibilite generar historias para estos nuevos soportes. Para los viejos ya las hemos inventado.

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