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Fede de los Ríos

Como los tomates

Quizá lo que a los palestinos les ocurre no es que les hayan arrebatado la tierra, sino que carecen de edad para poseerla

Apocas horas de enviar la columna a la sección de opinión del periódico, lo que los latinos llamaban cerebrum, en mi caso anda como se dice manga por hombro. Hay quien acude a centros orientales dirigidos por algún señor de Murcia con el propósito de adiestrarse en la meditación, es decir, dejar la mente en blanco para conseguir el llamado equilibrio óntico, que viene a ser, valga la redundancia, el equilibrio del ser.

No es mi caso. Yo, de natural y sin entreno, me levanto sin sobresaltos, de una manera extremadamente pausada y caigo en una especie de estado catatónico con cerebro y mente más allá de lo blanco nuclear. Más que Ser, lo mío es un Estar. Podría describirse la actividad de mis lóbulos cerebrales como una síntesis entre la gestualidad del percebe y la hiperactividad de la acelga común. Respiro, sí, pero sin aspavientos. Si acaso algún bostezo y balbuceo nada estentóreos por aquello del respirar.

Tras una o dos horas en la Nada, la irrigación alcanza la sesera y, de manera inmisericorde, soy lanzado a la cotidianidad del proceso creativo que es ganarse el pan con el sudor de la frente. El trabajo ¡gran regalo del Señor!

Bien, los cuadros catatónicos descritos, últimamente se acentúan los sábados ante lo que los profundos llaman vértigo ante el folio en blanco. ¿De qué escribo hoy? ¿A quién pueden interesar mis pedradas? No niego que políticos profesionales y esos seres maravillosos que ejercen la profesión de obispo ayudan con sus ocurrencias. No hace falta leerse «El chiste y su relación con el inconsciente» de Freud para darse cuenta que las situaciones irracionales, reales o ficticias, son las que provocan la hilaridad del personal. Y a irracionales nadie les gana a los citados. El poder los vuelve tontos y, lo peor que puede ser un ser humano dotado de lenguaje, es decir de metáforas, un triste de cojones.

Vuelvo a mi problema y perdonará el sufrido lector que, mostrando una falta absoluta de modestia, hable de mis cuitas que a nadie deben importarle y más con las cosas urgentes que pasan por el mundo. A veces leer efemérides o los almanaques, lo que pasó el mismo día en años anteriores ayudan un poco a saber sobre qué escribir.

Los humanos somos muy de celebraciones, sobre todo la Asamblea General de las Naciones Unidas. Hoy, por ejemplo, 1 de octubre, es el Día Internacional de las Personas de Edad (sic). A lo que se ve existen personas sin edad, una especie de fetos o nasciturus atemporales que vagan como en el limbo de los justos. Qué curioso y qué grandes cosas ha aportado la ONU a la Humanidad. Quizá lo que a los palestinos les ocurre no es que les hayan arrebatado la tierra, sino que carecen de edad para poseerla. ¿Escribir sobre la ONU? O del vegetarianismo porque también es el Día Internacional de Vegetarianismo. Resulta un poco triste volver al estado de acelga. ¿Reflexionar sobre lo que ayer dijo mi madre después de ver el telediario? Mira hijo, el dinero debiera ser como los tomates: a los ocho días podrido. Y cobrar el sueldo en semanas.

Creo que la próxima dejaré las acelgas y hablaré de tomates.

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