Mikel INSAUSTI

La maestría de Mike Leigh crece con el paso de los años más y más, hasta el punto de que complejos melodramas como “Another Year” parecen hechos con una aparente facilidad que no es tal. El cineasta inglés ha superado su periodo más oscuro y ya no se muestra tan inmisericorde con las desgracias ajenas, por lo que incluye personajes en sus obras corales que no están necesariamente amargados. Ello hace que el efecto realista esté mucho más compensado, puesto que en la vida ni todo es de color negro, ni tampoco de color rosa. El problema es que, para Leigh, la felicidad está mal repartida, al igual que ocurre con la riqueza, y eso crea conflictos entre las personas parecidos a los de la lucha de clases. No debe ser casualidad que en “Another Year” la pareja a la que le va bien en su relación goce de una mejor posición social, gracias a que son licenciados con profesiones liberales, mientras que sus invitados pertenecen a la clase obrera y por, distintas circunstancias adversas, se ven abocados a la marginalidad de quien ahoga sus penas en el alcohol.

Los Hepple son un matrimonio que tiene una especie de imán para atraer a los desdichados en torno suyo, debido a que su estabilidad es la envidia de cuantos no encuentran un equilibrio en sus vidas. Son los perfectos anfitriones porque saben escuchar y las puertas de su casa siempre están abiertas, y el simple hecho de permanecer juntos a través del tiempo les confiere una seguridad admirable. Disfrutan haciendo cosas juntos, como ir a la huerta después del trabajo, gracias a un espíritu solidario que les sirve asimismo para soportar juntos el intrusismo al que se ven sometidos. La complicidad entre Jim Broadbent y Ruth Sheen, que actúan como si fueran uno, se inscribe en una amalgama de estilos interpretativos dentro del reparto coral que da lugar a emparejamientos impagables. A destacar el diálogo entre la dicharachera Lesley Manville y el introvertido David Bradley, que es como juntar a Woody Allen y a Aki Kaurismäki.