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Zaloa Basabe Periodista y agente de igualdad

En defensa de la educación pública y la igualdad

Al tiempo que en los centros de enseñanza públicos de Nafarroa cuelgan de sus ventanas pancartas en contra de los recortes adoptados por el Gobierno UPN-PSN afectando gravemente a la calidad de la enseñanza y a la situación laboral de sus docentes, en la UPNA se celebró el I Encuentro sobre Coeducación Feminista de la mano de la Federación de las Mujeres Jóvenes.

En él, agentes educativos de diversa procedencia y motivación debatieron durante dos días sobre los principios de la coeducación, la situación de la educación pública y de sus centros, y sobre los nuevos desafíos y resistencias en la conquista de una coeducación integrada en el sistema. Profesoras, maestras, formadoras en coeducación, agentes de igualdad, madres, feministas y ciudadanas (evidentemente muchas de ellas varias de estas cosas a la vez), agentes políticas y sociales todas, tuvimos la posibilidad de poner encima de la mesa nuestras ilusiones y frustraciones y compartir experiencias, expectativas y desasosiegos cotidianos.

Virginia Woolf decía de sus amistades que eran como lámparas de mesilla que al encenderlas dejaban ver partes de la habitación que le eran desconocidas. Así, las compañeras de Bilgune Feminista, Emakume Internazionalistak, Herrikoa Federazioa, Por los Buenos Tratos Navarra, personal del CAIM de de Tutera y el compañero de On:Giz, nos dieron luz sobre sus trabajos a veces silenciados, y nunca silenciosos, que día a día abren caminos en el ámbito de la coeducación. Contenidos, metodologías, espacios y estructuras del actual sistema educativo fueron siendo repasados, entre las alas que enseguida nos ponemos despegando hacia el ideal y el cable a tierra que nos imponemos para no olvidarnos del suelo que pisamos.

Agradeciendo y reconociendo al movimiento feminista que hubiera señalado desde sus inicios la educación como uno de los factores determinantes en la transformación social, logros y resistencias se intercalaban en las sesiones tan rápidamente que no dejaban lugar ni tiempo ni a la complacencia ni al pesimismo. Trabajamos por un sistema coeducativo integral e integrador.

Desde hace muchos años. Sin embargo, los currículos explícitos (aquellos aspectos y contenidos públicamente establecidos y compartidos) e implícitos (normas, costumbres, creencias, lenguajes, símbolos...) que nos encontramos en los centros nos recuerdan que queda mucho por hacer. Maite Zalakain nos habló de un sistema que guillotina al alumnado, es decir, que prima los aspectos cognitivos sobre los emocionales y actitudinales (contra el conocido Bihotza, burua, eskuak/ Sentitu, pentsatu, ekin); de este modo experiencias vitales y saberes colectivos son apartados de las áreas de conocimiento, consiguiendo así un alumnado que difícilmente contextualiza su aprendizaje con su vida diaria y viceversa, ¿cómo impulsar entonces la participación activa del estudiantado que desconoce el entorno y se desconoce a sí mismo?

El papel protagónico del alumnado es esencial a la hora de trabajar la motivación y la comunicación entre los agentes educativos. Ese alumnado ve cómo una parte de él pasa a menudo por no ser nombrada («el uso del lenguaje inclusivo es una pérdida de tiempo») y por no verse reflejada en los contenidos que se le presenta (las mujeres aparecen en contadas ocasiones en los libros de Historia, fundamentalmente tras su incorporación al mercado de trabajo remunerado, ¿y todo los siglos anteriores, dónde estaban, de dónde salen?; los hombres en la mayoría de ocasiones aparecen representados como personajes ligados a la guerra, a la autoridad, militar, política o religiosa; mientras que las aportaciones culturales y científicas de pueblos no europeos brillan por su ausencia. Y son sólo unos ejemplos).

Sin referentes propios y sin espacios para su participación, el alumnado ve cómo su trabajo es medido en términos de éxito y de fracaso, y le resulta complicado valorar la labor del personal docente y no docente con quienes comparten espacio. Un espacio que una compañera de la Escuela Navarra de Teatro comparaba en estructura y funcionamiento con los centros penitenciarios: son grises, de vez en cuando suenan sirenas, tienen un patio cuadrado como único lugar de recreo, recuento, partes, departamentos pequeños de los que apenas se sale durante todo el día y departamentos misteriosos de los que nunca se sabe.

Así las cosas parece complicado que vaya a darle la vuelta al texto para volver al título en defensa de la escuela pública. Pero lo cierto es que, teniendo mucho que mejorar, la escuela pública es uno de los espacios más igualitarios que tenemos (no es selectivo, no es segregador, no es reproductor de las desigualdades sociales...).

Por eso las feministas y quienes trabajamos desde y para la coeducación debemos volcarnos en su defensa porque es la defensa del lugar desde el que también vendrá la transformación social. Lo innegable es que estamos en marcha y ya solo nos queda extendernos, el capitalismo muestra sus grietas y tenemos que tirar de ellas. Trabajaremos desde los centros y demás espacios educativos y formativos para que el estudiantado desarrolle su autonomía, su autoconfianza y seguridad, para que se conviertan en definitiva en sujetos activos del proceso educativo; un proceso en el que las relaciones justas e igualitarias sean capaces de inhabilitar las jerarquías (entre alumnado y docentes, entre docentes, y docentes y personal no decente), donde el autoritarismo basado en el poder deje paso a la autoridad basada en la referencialidad; los padres y madres dejaremos de creernos autodidactas, nos organizaremos, aprenderemos y mostraremos nuestras experiencias, nuestras dudas y nuestras aportaciones (UPN acaba de suprimir la Escuela de Padres y Madres de Iruñea). Transformaremos los espacios físicos, los que compartimos (las aulas, el patio de recreo...) y los que ocupamos (nuestros cuerpos, que se descubrirán debajo de nuestras cabezas); daremos la vuelta a los espacios simbólicos (los roles estáticos, las etiquetas...).

Tenemos por delante mucho trabajo. Ahora que sabemos que la Historia no avanza en línea recta sino en zigzag y que ninguna de nuestras conquistas sociales está tan afianzada como nos creíamos, y que los recortes amenazan el curso de nuestro desarrollo colectivo, es el momento de salir a la calle, de saltar a las aulas. La educación pública de calidad no solo es un derecho de la totalidad de la ciudadanía, es también garantía de transformaciones sociales futuras. James Petras en su libro «Imperialismo y barbarie» denuncia que en el actual sistema capitalista el consumo financiado con la deuda sustituye a la educación pública gratuita y a la atención sanitaria universal quitando dotaciones y presupuestos a las segundas para allanar el camino al primero.

Ante esta realidad, los y las agentes políticas y sociales debemos reforzar nuestra conciencia colectiva frente al consumismo individual, debemos unirnos a las protestas y a las movilizaciones como las que han tenido y durante estos días en Nafarroa: paros de una y dos horas, una manifestación que reunió a 20.000 personas en Iruñea en defensa de una enseñanza pública de calidad y una jornada de huelga el 27 de octubre. Vaciamos por unas horas las aulas para llenar las calles, para regresar así nuevamente a las clases con el ímpetu recogido fuera de ellas. Y lo hacemos porque es mucho lo que nos jugamos y, sobre todo, porque con la mayoría social no se juega.

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