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Raimundo Fitero

Azufre

Lo de la isla canaria de El Hierro resulta fascinante. O al menos nos proporciona unas imágenes de esos borbotones del mar recalentado, esa posibilidad de la creación de una nueva isla, que visto en un noticiario parecen mágicos, como de un documental. Huele a azufre, hay un intoxicado por su inhalación, los pobladores de algunos de sus pueblos ven como su mundo está quedando atrapado por un movimiento de la tierra, como si asistieran a una suerte de apocalipsis moderado, de baja intensidad, pero con efectos sobre sus vidas y sus trabajos bastante persistente e incontrolados. Sus argumentaciones reclamando ayudas estatales es más que lógica.

En este olor a azufre, esta manera de fin de época, se nos aparece Silvio Berlusconi atrapado en su propia ineptitud, poniendo a Italia a los pies de los caballos del apocalipsis financiero, siempre con la alargada sombra de la Merkel guiando la caballería, o como generala de una tropa de gurkas de intervención directa al servicio del señor Mercado. Todos pendientes de las bolsas de valores, de la prima de riesgo, de esas mentiras alucinógenas que nos convierten en neuróticos de la economía entendida como una herramienta para la dominación.

Y en esa economía de especulación la familia real española, la máxima expresión del descontrol, con un escandaloso presupuesto sin fiscalización alguna, opaco, aparece mezclada con movimientos corruptos del PP, de la mano, supuestamente, de Iñaki Urdangarin, que de casta le viene al galgo, ya que su papá fue directivo de la Caja Vital, es decir que sabe bien dónde están los paraísos fiscales, los apaños contables, la ambición sin límites. La maldición de los cuñados, el despropósito de las bodas de conveniencia, las amistades peligrosas bajo el paraguas protector de la corona borbónica tan propensa a la vida regalada.

Huele a azufre. Todo huele a un infierno que se nos está preparando, que seguirá quemando derechos, que nos hará ir viendo a todos los demonios que nos habitan y nos oprimen. Todos son signos de que algo se está moviendo y que nos convierte en carne estofada por la angustia de la incertidumbre. Menos a los de siempre. Azufre para ellos.

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