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Iñaki LEKUONA | Periodista

Mala hierba

La raza, esa variedad monocromática nacionalista que floreció en el XIX colonial y que tan exquisitamente fue cultivada en el XX por ilustres genetistas como Adolf Hitler, parece volver a escena en estos comienzos del XXI, aupada por la crisis, ese monstruo de siete cabezas creado por judíos masones en impía colaboración con islamistas radicales y chinos comunistas con el fin de desestabilizar nuestro cristianísimo y níveo mundo.

Nunca estuvo al borde de la extinción, la raza, pero parecía una especie localizada en determinados hábitats, fuera de los cuales le resultaba complicado germinar. Pero la crisis, como a comienzos de los XX, ha propiciado un estercolero donde su semilla se implanta, prospera y se reproduce de manera exponencial.

Marine Le Pen, hija y única heredera del Frente Nacional, presentó el sábado su candidatura a las presidenciales de 2012. Los sondeos le otorgan cerca del 20% de la intención de voto, que no asegura una cosecha similar al final de campaña pero que deja entrever que la raza se regenera. Y lo que es peor: ya no se esconde. Si antes las simpatías hacia la extrema derecha quedaban guarnecidas en la intimidad familiar, ahora los argumentos favorables al FN pueden escucharse de boca del vecino, incluso aquí, en este rincón del hexágono que algunos creen libre de ideologías fascistas. Pero no es así. Al calor de la recesión económica que fragiliza la mayoría de los hogares, los eslóganes frentistas enraizan en cualquier parte, aferrados a palabras como inmigración, delincuencia, inseguridad o patria.

Vuelve la raza. Como mala hierba. Incluso aquí. Y para evitarla, sólo queda trabajar mucho esta tierra. Entre todos.

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