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DOSSIER | LA OPINIÓN DE LOS COLABORADORES DE GARA

La hora de los medrosos

El año se despide con un nuevo inquilino en la Moncloa y, cuando el Ejecutivo de Mariano Rajoy ha dado sus primeros pasos, Antonio Álvarez-Solís intuye un ejercicio marcado por recortes, y también por las protestas de una población que verá cada vez más cerca un escenario de pobreza insoportable.

Antonio ÁLVAREZ-SOLÍS Periodista
 
La masa de la teoría se les enredada entre los dedos y aparecen todos los temores. Es la hora de los medrosos. No creo que el Sr. Rajoy consiga levantar el edificio de la nueva economía que, para sacar a España del trance en que se encuentra, prometió tantas veces desde la oposición, aunque siempre sin adelantar nada realmente concreto. Sus reiteradas consultas con Alemania, tras las que creo adivinar una agónica petición de socorro, no deben clarificarle el horizonte. Su propio ministro de Economía, venido nada menos que del hundido Titanic Lehman Brothers, el Sr. Luis de Guindos  –¡que magnífico error!–, es el primero en anunciar un horizonte de recesión para el año que empieza.
 
El Banco de España se une a este diagnóstico. Y el Instituto de Finanzas Internacionales, que agrupa a los más importantes Bancos del mundo, augura una caída de la economía española superior el 2% en este año que empieza.
 
Por su parte, ocho de cada diez autónomos, base del producto nacional, anuncian que no contratarán personal alguno. Este es el negro panorama dibujado a trazo grueso.
Posiblemente la previsión de una revuelta permanente en la calle haya llevado al nuevo Gobierno a anuncios tan significativos como prometer ya en principio que no se congelarán las pensiones –nota social de urgencia– y que no se recortarán los medios para mantener adictas a una fuerzas de seguridad encargadas de mantener quieta a la calle. La misma recuperación de un ámbito propio para la Guardia Civil, a la que se desmarca de la Policía, podría traslucir una voluntad represora muy enérgica. La derecha española está hecha de Guardia Civil y de obispos. Es una derecha bajo palio y con arma presentada.
 
Poco a poco procurará Madrid ir dando pasos en los recortes, evitando en lo posible el lanzazo de un plan globalmente anunciado. Uno de esos primeros pasos con zapatillas de lana es la congelación del salario mínimo en 641 euros mensuales, lo que coloca a España entre los tres últimos estados de la Unión Europea. Congelar el salario mínimo equivale a arrastrar hacia abajo la total masa salarial en un país en que el euro subió los precios en un 32% y los salarios en un 13; otra muestra de temor en ese Rajoy que anunció una restauración económica sin concretar nunca elemento alguno para lograrla, salvo la irritante ayuda perma- nente a la Banca.
 
Más aún, Madrid desvela ahora que había pensado, quizá mirándose en el espejo alemán, en crear los minijobs o miniempleos. Pero no se atrevió tampoco a crear ese sumidero del bienestar. Los miniempleos, con un salario a media jornada y cuatrocientos euros, hubieran equivalido a inventar los inmigrantes en su propio país.
Rajoy se columpia en un vaivén intencional que convertirá la victoria electoral de noviembre en un alud de protestas.
 
Quizá estemos, ya que se ha abusado tanto del concepto de Primavera Arabe, ante el principio de una irónica Primavera Cristiana, como ha acontecido ya en Grecia, con brotes muy acusados en Italia, Portugal y Francia. Pese a la entraña reaccionaria de una parte muy notable del pueblo español no parece esta vez que vaya a soportar el caudillismo del PP –con lo que supone en su seno el radicalismo aznariano– cuanto supondrá la inmersión en una pobreza ya insoportable. Es lástima que la izquierda actual sea incapaz de algo parecido a un frente popular.
 
Lo que parece absolutamente claro es que el Gobierno Rajoy no podrá aplicar a su impotencia para salir del hoyo, –que los mismos «populares» contribuyeron a crear, con sus excesos e imprevisión, en la época de Aznar– el bálsamo patriótico de la violencia vasca. ETA ya no está en el escenario y no creo que la recree la violencia estatal para impedir la acción lealmente política del abertzalismo de izquierda. Si la España gloriosa y en orden que proclamaba el Genocida va a ser la que abra su puerta nueva en el 2012, los españoles van a topar con una vida lamentable en la cual las carencias materiales van a sumarse a la indignidad de no poder ensayar cualquier vía alternativa para enfrentar la catástrofe.
 
2012 será el gran año de los financieros, a los que Europa ha entregado definitivamente, como en los revividos cuentos orientales, las llaves del  tesoro. España formará en esa vanguardia.

 

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