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El ministro que se reencontró con Dios en las vegas

Jorge Fernández Díaz es hombre de misa diaria. La cuestión es que las creencias religiosas del ministro de Interior no son sólo una cuestión privada, sino que considera la política «un magnífico campo para el apostolado». Su reencuentro con Dios comenzó en Las Vegas.

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Iñaki IRIONDO

La capital de Nevada, la ciudad de los Casinos, no parece el lugar más adecuado para una conversión religiosa. Pero, como dijo San Pablo, «donde abundó el pecado, sobreabundó la Gracia». La cita la utiliza el propio Jorge Fernández Díaz para explicar el inicio de su reencuentro con el dios católico. «Me encontraba de viaje oficial en Estados Unidos -explicaba en una entrevista al semanario «Alba» en 2009- invitado por el Departamento de Estado. Un fin de semana nos llevaron a Las Vegas. Allí, por medio de un gran amigo, que sin duda fue un instrumento de la providencia de Dios, Él salió manifiestamente a mi encuentro». Y preguntado sobre si la referencia a la abundancia del pecado va por la ciudad o por él mismo, respondía que «lo digo por mí y lo digo por Las Vegas».

No hay más concreciones publicadas sobre lo acontecido en la capital mundial del juego. El proceso de Jorge Fernández continuó hasta 1997, cuando sintió que «el Señor dijo: `Hasta aquí hemos llegado. O caixa o faixa' (Todo o nada)». Y desde entonces, el ahora ministro del Interior se confiesa como un hombre «muy próximo a la espiritualidad del Opus Dei: ir a misa todos los días, rezar el Rosario, hacer un rato de oración, otro de lectura espiritual...».

Oportunidad para el apostolado

Las convicciones religiosas de cada cual son muy particulares, pero el ministro Jorge Fernández es partidario de llevar su doctrina a la vida pública. En la mencionada entrevista en el semanario «Alba» apuntaba que vive la política «como un magnífico campo para el apostolado, la santificación y el servicio a los demás, como mi vocación personal y específica, el lugar donde Dios quiere que esté. Para un católico, dedicarse a la política, aquí y ahora, es un reto apasionante»

Unos años antes, en 2005, en un foro sobre Benedicto XVI, donde intervino con una ponencia titulada «La participación de los católicos en la vida pública», Jorge Fernández afirmó que «en el Parlamento se legisla como si Dios no existiera, desde lo políticamente correcto, desde la dictadura del relativismo». «Y nosotros -sentenció- debemos, sin ostentaciones ni vanaglorias, pero con absoluta fortaleza, dar testimonio de nuestra fe».

Ironizó sobre que «actualmente, hablar de Dios en el Congreso sonaría a «políticamente incorrecto», chirriaría». «Seguramente -añadió- si se hablara más a menudo lo sería menos. Pero, me atrevo a decir que estamos en un cambio de rasante con este nuevo Pontífice. Habrá políticos que entrarán en el «cuerpo a cuerpo» y la dictadura del relativismo dejará de serlo. Hay algunos que no estamos dispuestos a aceptar que todo es relativo porque la verdad existe. Y queremos proponerla y contrastarla dialécticamente porque ahí hay un atisbo de luz», concluyó.

Dios, «el gran legislador»

La separación de poderes que teorizó Charles Louis de Secondat, barón de Montesquieu, le resulta excesivamente mundana a Jorge Fernández, capaz de decir que tiene «la íntima convicción de que Dios está muy presente en el Congreso. Las Cortes son el órgano legislativo del Estado y Dios, el gran legislador del universo».

Está claro que al ministro de Interior no le gustan los movimientos revolucionarios en política, que considera que nos llevan inevitablemente al averno. En su conferencia de 2005 comentaba que «alguien me dijo una vez que en el siglo XVI la Reforma quitó la Iglesia a Dios; en el siglo XVII, con la Ilustración le quitó a Jesucristo; en siglo XIX, el marxismo y el ateísmo quitan ya a Dios y se colocan en el centro el hombre; y finalmente Satán se colocará en el lugar del hombre. Quizá esto sea el Apocalipsis, aunque realmente no sé dónde estamos ahora».

El pecado original

Pese al mucho tiempo que ha pasado en el Congreso de los Diputados, Jorge Fernández no tiene una buena opinión del trabajo que se realiza en las Cortes españolas. Según señaló en un encuentro sobre «Católicos y vida pública», celebrado en noviembre de 2007 en la Universidad CEU San Pablo, «vivimos en sociedad donde el pecado original está en estado químicamente puro. Es el legislador ordinario el que decide cuándo empieza la vida, quién es el titular del derecho a la educación, qué está bien y qué está mal».

Fernández, que fue secretario del Grupo Popular en el Congreso, se quejó de que «los legisladores consideran que la Ley de Dios y la Ley Natural ya no tienen nada que decir. Son ellos los que ahora deciden lo que está bien y lo que están mal».

Hace unos días, el arzobispo de Madrid, y presidente de la Conferencia Episcopal Española, Rouco Varela, aseguró en una homilía que «sería bueno» que la conciencia guiada por la Ley de Dios «vuelva a ser un elemento y un órgano decisivo en el comportamiento no sólo personal y privado, sino en el comportamiento, en la acción y en las actividades públicas que afectan a todos».

Jorge Fernández es muy cercano a Rouco Varela. Desde que en 2000 coincidieron en un encuentro ecuménico con el Papa en Roma, organizó cenas periódicas de políticos con el arzobispo. Ahora el presidente de la Conferencia Episcopal sabe que tiene un apóstol de la máxima confianza de Mariano Rajoy sentado en el Consejo de Ministros para que sus palabras se hagan carne.

Y todo comenzó, ¡cielos!, con un viaje a Las Vegas.

 

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