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TRAS LA MAYOR MANIFESTACIÓN POR LOS PRESOS

Apuntes de una movilización nueva para un nuevo tiempo

La manifestación del sábado contra la política carcelaria ya ha entrado en la historia de este país con un titular omnipresente -colosal- y un número impactante -110.000-. Pero por debajo de estas grandes palabras y dígitos hubo también mucha letra pequeña: detalles, momentos, impresiones y anécdotas que reflejan una movilización nueva para un nuevo tiempo en Euskal Herria.

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Una marcha alegre para una situación cruda

A mediodía en el Casco Viejo de Bilbo, decenas de solidarios con los presos bailaban al ritmo de la trikitixa. Al inicio de la marcha, una mujer repartía pastas entre los asistentes en la calle Autonomía. Más adelante, en Zabalburu, otra cuadrilla decidió que vistas las dificultades para acceder al recorrido era mejor merendar, así que improvisaron un animado picnic en el suelo. En todas las calles adyacentes, los bares estaban repletos, sobre todo de personas que habían acudido con niños o bebés y no veían opción alguna de sumarse a una movilización en la que no cabía un alfiler. Por momentos dio la impresión de que Bilbo acogía el sábado un Ibilaldia más que una protesta política. La marcha fue mucho más alegre de lo acostumbrado en las movilizaciones por los presos. Y es que, aunque la situación carcelaria siga siendo crítica, se advierte esa luz al final del túnel que Egin Dezagun Bidea usa como metáfora.

Los autobuses trabajaron a destajo

Si los hosteleros de Bilbo sacaron mucha tajada de la jornada, ¿qué decir de las compañías de autobuses? Los autocares se agotaron en Euskal Herria (el número de 300 contratados que se difundió días antes probablemente se queda corto). Y no es de extrañar viendo datos como éstos: siete desde Lapurdi, tres de Agurain, otros tres de Lizarraldea... La acumulación en el Parque Etxebarria, donde fueron estacionados los que llegaron por la A-8, fue tal que hubo que habilitar hasta tres filas para dar cabida a todos, lo que complicó la salida. Llegar de Bilbo a Tolosa, por ejemplo, costó unas tres horas, que no obstante se hicieron con gusto por el buen sabor dejado por la manifestación.

En los días anteriores, la duda era si el increíble número de autobuses contratados tenía que ver con la gran antelación con que se preparó esta marcha o era un indicador real del volumen de participación que se iba a producir. Resultó ser lo segundo: el número de manifestantes, como el de autobuses, duplicó o triplicó el de otras protestas similares de años anteriores.

La Ertzaintza solo logró hacer el ridículo

Cuando en torno a las 17.00 un buen número de furgonetas de la Ertzaintza comenzó a pasar entre los miles de concentrados ante La Casilla y varios agentes se mezclaron entre la gente, a muchos les vino a la cabeza la violenta carga -tanquetas de agua incluidas- de agosto de 2002, y más aún los disparos de fuego real de la Ertzaintza en febrero de 1997 en la misma calle Autonomía. Sin embargo, el aplomo mostrado por los manifestantes reflejó que estaba muy interiorizada la conciencia de que la apuesta pasaba por llenar las calles y que los incidentes no aportarían nada positivo. Así que la presencia policial solo fue respondida con silbidos.

La multitud tampoco entró al trapo de provocaciones como el ensordecedor ruido del helicóptero al inicio de la marcha, perfectamente evitable como se demostró más tarde, los acelero- nes intimidatorios de algunas furgonetas o la presencia de efectivos armados en las bocas del metro.

No hubo un marcha, sino al menos cuatro

La dimensión de la marcha fue tal que probablemente no llegó al 70% el porcentaje de asistentes que lograron incorporarse al recorrido. En realidad, hubo al menos cuatro manifestaciones. Una que ocupó ambas aceras desde el Casco Viejo hasta La Casilla a eso de las 16.30, cuando se movió hacia el punto de salida toda la gente que había llegado a Bilbo por la mañana. La segunda fue la «normal», es decir, la que discurrió por detrás de la pancarta de ``Eskubide guztiekin euskal presoak Euskal Herrira''. Una tercera era la formada por las personas que esperaban en la zona de Zabalburu y que tuvieron que bajar hacia el Ayuntamiento por delante de la pancarta para permitir que el grupo principal accediera a Hurtado de Amezaga, donde el recorrido se estrecha notablemente (en caso contrario, la marcha se hubiera bloqueado ahí). Y la cuarta, la de quienes sencillamente no vieron opción de bajar por el recorrido previsto y salieron en tropel por otras calles, sobre todo por General Concha, para poder llegar hasta la ría.

Caras nuevas que son más que detalles aislados

Las dos pancartas mostradas por vecinos de Madrid que acudieron a rechazar la política carcelaria aplicada a los vascos pudieron parecer un detalle ais- lado, pero no lo son si se repara en que en el recorrido aparecieron banderas de otras zonas del Estado como Asturias, Castilla, Andalucía... También resultó novedosa la presencia de numerosas personas inmigrantes (magrebíes, latinos...).

Muchas familias enteras y muchas fotos

La manifestación por los presos resultó muy familiar, lo que refleja que nadie quería perderse la cita. Fue habitual ver hasta tres generaciones juntas de la misma familia: abuelos y abuelas, padres y madres, hijos e hijas. Muchas de ellas se retrataban para inmortalizar un día muy especial, escogiendo telones de fondo como el paso de los familiares de presos.

«Kontatu nirekin» también en la distancia

Quienes no pudieron acudir a la manifestación o quienes estuvieron en Bilbo pero se quedaron atrapados en la zona de la Plaza Circular elogiaron la retransmisión de Hamaika Telebista, que repitió durante el día de ayer y que se puede ver todavía en http://www.hamaikabilbo.tv/zuzenekoa.php. En las gradas de Anoeta, donde se jugó el Real Sociedad-Osasuna a la misma hora de la manifestación, también aparecieron lemas de apoyo a la iniciativa: ``Eskubide guztiekin euskal presoak Euskal Herrira'' y ``Kontatu gurekin'', en este caso firmada por la Peña Mujika.

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