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Iñaki LEKUONA | Periodista

Blanco y en botella

Esta semana se ha conocido que, en diciembre, la policía francesa devolvió a su país a dos pastores keniatas que viajaban desde Nairobi a Bilbao vía París para presentar en una feria gastronómica su particular yogur a la ceniza. Si su piel fuera clara, seguramente no hubiera habido problema, pero no, los keniatas, mayormente, son sospechosamente oscuros, sobre todo en la Francia de estos últimos años en los que se ensombrece lo foráneo y se idealiza lo local.

Los mercados lo saben bien. Por eso, Lactalis, la primera láctea mundial, decidió en su día diversificar su producción implementando las etiquetas locales en todos los rincones del hexágono. Así, en 1997 levantó en Larzabale un empresa desde la que lanzó P’tit Basque, un queso de oveja con evocaciones pirenaicas, cargado de valores tradicionales y de pureza autóctona. Y a ello responde el spot que circula desde hace varios años, un anuncio que es una muestra del tópico vasco, con impresionantes montañas, verdes prados y  una familia cuya impronta vasca queda marcada por el perfil nasal afilado del patriarca.

Pero en este mundo nada es lo que parece, y blanco y en botella ya ni siquiera es leche, como constató el tribunal que en 2000 condenó a Lactalis por fraude al constatar que la empresa aguaba el 70% de su producción. Y como nada es lo que parece, esa Euskal Herria onírica del spot, esa Francia racial y vernácula que tan bien da en televisión, que tan exitosamente se comercializa y que tan buenos resultados obtiene en las intenciones de voto ultraconservadoras, es en realidad Eslovenia. Blanco y en botella, fraude. Y nada de aguado, que gasta muy mala leche.

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