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Ana Etxarte, Oskar Matute Portavoces de Alternatiba

Dencansa en paz, socialdemocracia

La socialdemocracia ha muerto en Europa. Así lo creen Ana Etxarte y Oskar Matute, quienes apuntan en este artículo que ese espacio ideológico no es una alternativa al sistema, sino una versión del mismo. Los portavoces de Alternatiba hacen un repaso de lo acontecido en la escena política europea en las últimas décadas, y reprochan a los partidos socialdemócratas, mutados en socialiberales, el permitir la creación del «monstruo» que tan fuerte nos está apretando.

Si tuviéramos que destacar alguno de los hitos que han marcado políticamente la escena internacional en el pasado año, deberíamos situar, junto a la profunda crisis global, el fracaso de la construcción europea o la incapacidad de frenar el cambio climático en Durban, un hecho no tan comentado pero que tiene y tendrá importantes implicaciones políticas: la muerte de la socialdemocracia en Europa.

Así, los últimos cambios de gobierno en Eslovenia, Grecia y en el Reino de España dejan un mapa claramente conservador: la práctica totalidad de la UE están en manos de la derecha, salvo Dinamarca, Rumania, Bélgica y Austria (estos últimos con gobiernos frágiles o en coalición con conservadores); en el parlamento europeo existe una amplísima mayoría conservadora que ha crecido precisamente durante la crisis; la Comisión Europea también está dirigida por un conservador -recordemos que Barroso fue el cuarto personaje de la triste foto de las Azores-. La metástasis de la derecha en Europa nos plantea una tremenda paradoja, ¿Será que preferimos a quienes conculcan derechos, reprimen, impiden el desarrollo de la democracia y desmantelan los servicios públicos, frente a los que defienden derechos y libertades? Obviamente, no es la pregunta que se hace la ciudadanía en un contexto en el que conservadores, liberales y socialdemócratas aplican las mismas medidas y reducen sus diferencias a matices más o menos significativos, insuficientes para enfrentar una crisis como la que vivimos. Así, la socialdemocracia no es una alternativa al statu quo, es tan solo una versión del mismo, una alternancia para aparentar un cambio que en realidad impide.

La crisis no ha hecho sino retratar a esta opción reformista, y 2011 ha significado el entierro definitivo de un espacio político en crisis estructural en las últimas décadas. No se trata de un bache coyuntural, sino de un estado de coma profundo de una socialdemocracia que, aunque en el futuro pueda reaparecer esporádicamente dentro de la dinámica de alternancia -como quizá suceda en Francia-, ha agotado su legitimidad política no sólo por ser incapaz de resolver los acuciantes problemas que sufrimos, sino por ser parte activa en su creación.

L os días de vino y rosas ya pasaron; lejos quedan los 50 y los 60, la época del estado interventor, la regulación de los mercados, del bienestar o de las políticas públicas. Luego llegó la crisis -la de los 70- y los acomodados partidos socialdemócratas se convirtieron en social-liberales (liberales, vaya, como los neoliberales, pero no tan retrógrados en aspectos sociales), tomando parte en todos los procesos de privatización, de desregulación, de financiarización de la economía, de desmantelamiento del sector público.

Sí, fueron ellos quienes permitieron y colaboraron en la creación del monstruo que hoy en día nos tiene contra las cuerdas; sí, fueron ellos quienes transfirieron todo el poder a los mercados, esos mercados a los que hoy, cínicamente, en momentos de exaltación de su rebeldía, acusan por su tremendo poder; sí, esos que hablan de un genérico mercado por no decir Botín, Fernández Ordóñez o Mario Fernández, por ejemplo; los mismos que gestionaron la crisis de los 70 nos ofrecen en bandeja la gran crisis del siglo XXI; de crisis en crisis, de oca en oca... pero ya no tiran, porque ya no les toca.

Y no les toca porque el social-liberalismo se muestra incapaz de ofrecer una alternativa. Esto causa gran preocupación en sus propias filas, aunque tienen otro motivo aún mayor de consternación: Ya no hay salida desde sus propios parámetros, ni siquiera la habría si regresaran a las esencias socialdemócratas de los años dorados, debido a que el mundo que han ayudado a crear es muy diferente del de hace tres décadas.

Así, ante la crisis civilizatoria actual, ¿Quién devuelve al sistema financiero a la caja de Pandora que ellos abrieron? ¿Quién puede enfrentar los grandes problemas globales, sin medidas profundas y transformaciones radicales en el orden internacional? ¿Quién pretendería devolver a la ciudadanía la soberanía y la autonomía robada con una pseudo-democracia decadente, no participativa y en manos de las transnacionales? ¿Quién, en definitiva, pretendería avanzar en derechos y libertades sin superar el capitalismo, generador directo de pobreza, desigualdad, dictadura y vulnerabilidad? Ya no es momento de reformas ni de cambios graduales; estamos en un momento crítico, y el debate está entre quienes quieren cambiar radicalmente el sistema y quienes lo defienden. Ya no hay espacio para la socialdemocracia, sólo hay oportunidad y urgencia para la izquierda.

La izquierda socialista y alternativa tiene, por tanto, una gran responsabilidad, y mucho camino por recorrer. Debe estar a la altura del momento que vivimos, aprendiendo de los errores de la socialdemocracia: mensaje radical, alternativo, integrador de luchas; frente al oportunismo, la indefinición y la unidimensionalidad de las propuestas socialdemócratas; visión estratégica a largo plazo, frente a coyunturalismo y electoralismos; formas horizontales, democráticas, equitativas y amplias de entender la política -que por supuesto no es coto privado de los partidos- frente al verticalismo y la robotización del militante socialdemócrata; claridad en la necesidad de construir hegemonía desde la izquierda, frente a alianzas con derechas y derechillas.

E n Euskal Herria también tenemos que tener muy presente este mensaje: la socialdemocracia está en su tumba, y todo empeño en resucitarla correrá su misma suerte, precisamente en esa misma tumba. Aquí no vale con ser menos malo que los malos. Nuestra referencia no son ellos -la derecha- sino la que el momento exige: construir hegemonía desde una alternativa radical. Estamos en un momento ilusionante de generación de espacios y herramientas de articulación de diversas izquierdas -en los que Alternatiba participa-, y debemos tener en cuenta la historia y la coyuntura presente, tener altura de miras, para conducir este proceso, sin prisa pero sin pausa, a una transición poscapitalista, una transición superadora y radical del sistema.

Por ello, en este 2012, Alternatiba se asoma a la tumba de la socialdemocracia y le dice: «descanse en paz, descanse para siempre». Volveremos de vez en cuando, y no para honrarla, sino para garantizar que la tumba sigue bien sellada.

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