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Mikel Jauregi | Kazetaria

Anticuado

Recuerdo el boom del CD allá por mis años mozos. El futuro, decían. En muy poco tiempo acabó copando las tiendas de discos y apartando al casete y al más maravilloso de los soportes musicales, el vinilo. Cuando a todo dios le dio por comprarse cedés, servidor seguía con los elepés. «Mira que eres arcaico», me repetían aquellos con los que compartía mi pasión por el rock. Al final cedí, y en mis estanterías el volumen de vinilos se estancó y creció el de los CDs. «El futuro» había llegado también a casa.

Desde hace años, eso también se ha convertido en algo anticuado. «¿En serio que sigues comprando? Estás pagando un dineral cuando lo puedes tener gratis y bla, bla, bla...». Porque el presente y el futuro pasan por descargarte música de las páginas web y compartirla en este o aquel portal. Y claro, ahora que han cerrado Megaupload, se ha armado el Belén.

Cada vez que surge este debate siempre me viene a la cabeza aquella innovadora iniciativa de Radiohead, que en 2007 colgó en su web el álbum «In Rainbows» e invitó a los interesados a pagar lo que creyeran conveniente por él. ¿Resultado? Según una encuesta realizada a 3.000 personas, un tercio de los que lo descargaron no pagó un solo centavo, mientras que el promedio de los pagos fue de 4,78 euros.

Es verdad que durante años nos han sableado con los precios, que no se pueden poner puertas al campo -es decir, al futuro-, pero también es verdad que nadie -o casi nadie- se atreve a llevarse algo que no es suyo si corre el riesgo de que le pillen. «Es una locura que un músico esté sacando un dineral por una canción de 1980». Ya, pero tampoco nadie puede asegurar que el «pan del día» que compra debajo de casa no es un producto de hace cinco días recalentado, y se paga la barra txintxo-txintxo. «Es que la cultura debe ser libre». Ya, y la barra de pan, en los tiempos que corren. Urge una reflexión general y sincera de todas las partes, de todos los interesados.

Por lo que respecta a este anticuado, seguirá yendo a su tienda de discos, a mirar una estantería tras otra, encontrar algún tesoro perdido o alguna ganga, llevárselo a casa, retirarle el plástico, observar con detalle el libreto, ponerlo en el reproductor y comprobar si ha acertado en la elección. «Joder, pedazo de disco que se han cascado los muy cabrones».

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