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Joxerra Bustillo Kastrexana Periodista

ELA no suma

Las declaraciones del Secretario General de ELA, en las que afirmaba que la mayoría sindical está liquidada, sirven al autor como punto de partida de su reflexión. Tras criticar las formas, entra en lo que considera el fondo de la cuestión, a saber: «una puesta en escena izquierdista». Critica la identificación directa entre Bildu y LAB y la equiparación entre la política fiscal que Bildu pretende llevar a cabo en Gipuzkoa y la del resto de los partidos. No comparte la actitud de ELA de repartir críticas «a diestra y siniestra» y, por contra, aboga por un sindicalismo con un anclaje sociopolítico definido, con un nexo común al deseo irrenunciable de construir un modelo alternativo al capitalismo. Concluye diciendo que ELA no debe atribuirse la exclusividad de los «méritos para dar lecciones».

Las recientes declaraciones a la prensa del secretario general del sindicato ELA, Adolfo Muñoz, en las que da por rota la mayoría sindical con LAB, dan pie para realizar algunas reflexiones sobre sindicalismo, proyecto político, autonomía, soberanismo y progresismo. Lo primero que se debe decir es que el sindicato ELA es muy libre para tomar las decisiones que estime más oportunas, si bien en este caso ha faltado a las mínimas normas de cortesía con un socio de largo recorrido como es LAB. Liquidar la mayoría sindical en una entrevista en GARA, sin una previa interlocución con el socio directamente afectado no es una práctica muy ejemplar que digamos.

Pero dejando a un lado las formas, manifiestamente mejorables, vayamos al fondo. La argumentación de Muñoz incluye una preocupante mala fe, ya que asimila de forma gratuita a la coalición electoral Bildu con el sindicato LAB y traslada la mezquina idea de que al aparecer Bildu en las instituciones (al no existir diferencias entre Bildu y LAB) es como si el propio sindicato abertzale estuviese en esas instituciones, lo que le invalidaría para formar parte al mismo tiempo de la mayoría sindical.

Tal vez la mala memoria le haya llevado a Muñoz a recordar sus tiempos de joven militante en los que ELA y PNV venían a ser una misma cosa, y por ello cree que Bildu y LAB lo son, lo que no se sostiene si se realiza un análisis mínimamente honesto. Pero es que, además, la postura de Muñoz está afirmando implícitamente que eran mejores los tiempos en los que la izquierda abertzale (socio integrante de Bildu) no estaba en las instituciones. Ni en las papeletas de las cabinas electorales, añado. En aquel escenario de ilegalización forzosa era perfectamente posible, al parecer, la mayoría sindical.

Habrá que volver a recordarle a Muñoz, y a ELA en general, que en la coalición Bildu se reúnen personas de Eusko Alkartasuna, Alternatiba, Izquierda Abertzale e independientes. Y que en esas diversas adscripciones políticas hay militantes que están afiliados a CCOO, a LAB e incluso, como él mismo sabrá de primera mano, a su sindicato. Por lo tanto, realizar un ejercicio de identificación directa entre Bildu y LAB es un atrevimiento, ya que carece de base probatoria que lo justifique. Del mismo modo, y variando la dirección de la flecha, se podría asegurar que un importante porcentaje de los afiliados y afiliadas de ELA dan su voto al Partido Nacionalista Vasco, pero de esa circunstancia no se puede derivar, de forma gratuita, que exista una relación directa entre ambas organizaciones.

Resulta asimismo desconcertante que cuando los principales obstáculos, señalados como impedimentos para un trabajo en común, han sido superados, en especial la estrategia político-militar de ETA, la central que dirige Muñoz dé un claro paso hacia atrás. La dirección de ELA se mantuvo durante muchos años en una firme postura de exigencia a ETA que se venía a resumir en la frase acuñada por su ex secretario general, José Elorrieta: «ETA sobra y estorba».

Pues bien, ahora que la organización clandestina deja todo el protagonismo a los agentes políticos y sociales, la unidad de acción sindical se les antoja poco menos que imposible. ¿Era la postura de ELA una mera pose para presionar a la izquierda abertzale?

No podemos olvidar, por otra parte, que es ahora, en este preciso momento, cuando se está construyendo una alternativa soberanista y de izquierdas, aglutinante socio-política de una mayoría social de este país que se identifica con esas ideas-fuerza. El secretario general de ELA dice en la entrevista citada que «en este país hay lucha de clases, a la vez que hay lucha por la soberanía nacional». Precisamente es ese nuevo bloque emergente, sustanciado en Bildu y en Amaiur, el único agente político que conecta con esa misma afirmación. Obviamente, ni el PP, ni el PSOE ni el PNV pueden asumir esa frase definitoria, pero en un ejercicio de contradicción extrema, Muñoz achaca precisamente a ese nuevo sujeto la imposibilidad de desarrollo de la unidad de acción sindical.

Y de esa constatación se infiere una derivada aún más preocupante. El sindicato ELA se sitúa fuera de los cuatro proyectos políticos realmente existentes en Euskal Herria, y lo hace repartiendo críticas a diestra y siniestra, sin pararse en barras y equiparando, por ejemplo, la política fiscal de la derecha con la que está empezando a diseñar Bildu en Gipuzkoa, en medio de un escenario muy poco propicio debido a la grave crisis económica que padecemos.

Hoy es el día en que muchas gentes que viven de cerca los problemas del sindicalismo internacional coinciden en señalar la necesidad de que ese sindicalismo tenga un anclaje en un proyecto sociopolítico definido, un proyecto que no cabe asimilar a unas siglas concretas, pero sí a una amalgama de partidos, agentes sociales, asociaciones e iniciativas diversas, pero con un nexo común referido al deseo irrenunciable de construir un modelo alternativo al capitalismo realmente existente.

En cambio, ELA se aferra a un supuesto bien superior, cifrado en su autonomía de las formaciones políticas, que sitúa al sindicato en un espacio, a la larga, no beligerante. Un espacio en el que poder gestionar con mayor solvencia las contradicciones internas que puedan surgir desde una base social, mayoritaria entre sus afiliados, que no comulga con la puesta en escena izquierdista de su actual ejecutiva.

Cuando se tratan asuntos de calado, como el que intenta abordar este artículo, no cabe llamarse a engaño. En este pequeño país todos nos conocemos y todos sabemos de qué pie cojeamos. Es cierto que ELA atesora decenas de miles de afiliados, pero también lo es que ese amplio corpus social no da señales de coherencia ni de firmeza a la hora de expresar públicamente su identificación con la lucha de clases y la lucha de liberación nacional. Si así hubiera sido durante estos años, el panorama sociopolítico vasco sería ahora mucho más rico y se encontraría mucho más cerca del ansiado reconocimiento del derecho a decidir.

Quienes tenemos ya unos años sabemos, además, que el sindicato ELA sostuvo, hasta la famosa Declaración de Gernika de octubre de 1997, al autonomismo en la CAPV, en alianza implícita con PNV y PSE. Su reconversión al soberanismo es bien reciente, de apenas los últimos quince años en una larga trayectoria de cien.

Por tanto, los últimos en llegar, y a trompicones, al soberanismo, no deben ser los que más méritos atesoren para dar lecciones a quienes han estado de forma nítida por la conjunción de lucha social y lucha nacional desde el mismo momento de su fundación, va para 35 años.

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