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Al son de los tambores de guerra contra Irán

La retórica guerrera de Israel contra Irán está llegando a un punto de difícil retorno. Los rumores sobre una inminente guerra se suceden: los generales israelíes dicen que Irán puede producir ya bombas atómicas -Simon Peres dijo lo mismo en 1996, al igual que el actual primer ministro, Benjamin Netanyahu, en 1992-, que está preparada para destruir el estado judío bajo un champiñón radiactivo, que a menos de actuar militarmente su existencia estará bajo amenaza de por vida. Agita el espectro de una acción militar unilateral con el argumento de «la bomba o el bombardeo» e, incluso, filtra que esta será un monstruoso acto de conmoción y pavor, totalmente humillante para los líderes iraníes, que abriría las puertas a un eventual cambio de sistema político.

Pero los israelíes son conscientes de una triple evidencia: declarar una guerra unilateralmente supondría una flagrante intromisión en el proceso electoral doméstico de EEUU; Irán respondería y podría provocar, además de graves daños a Israel, una guerra regional a gran escala donde Hezbollah, Siria, pero también las satrapías del Golfo -con la Casa de los Saud a la cabeza-... se verían involucrados; y, por último, el posible colapso del estrecho de Ormuz, la aorta del mercado internacional del petróleo, suficiente para estrangular cualquier indicio de recuperación económica global. Frente a estos escenarios, todas las interrogantes siguen abiertas. EEUU e Israel continúan con su particular guerra no declarada y encubierta -matando a científicos en atentados, con virus informáticos...-; la Unión Europea, con el embargo de crudo iraní y el cerco a su divisa, el rial, se ha unido al frente económico de esa guerra. La masiva concentración de fuerza militar en las aguas de Ormuz, a su vez, acrecienta el riesgo de una «accidental» nueva guerra del Golfo.

Esta peligrosa y teatral ceremonia de la amenaza forma parte de una guerra de nervios que ya ha conseguido una doble «victoria»: la subida del precio del petróleo y, por tanto, el carburante necesario para que la actual recesión global siga expandiéndose.

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